Capítulo XXXII

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Alessandra

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Alessandra

Alexander me ayudo a colocarme mi mochila, aunque le dije que yo podía colocármela sola, él me ordeno que lo dejara ayudarme.

—Estarás bien, eres Alexander Brown —aseguro poniéndome frente a él.

El sonríe levemente para luego pasar sus frías manos por mi cintura y tirar de ella, puedo sentir su cálida respiración contra mis labios haciéndome estremecer.

—Todo esto lo hago solamente por ti —Alexander confiesa, dándole un apretón a mi cintura.

—Lo sé, lo sé —murmuro acariciando sus mejillas de Alexander.

Siento los suaves labios de Alexander sobre los míos. Una punzada en mi corazón me ataco sin previo aviso... Este beso se siente como el último.

Alexander subió sus manos a mi espalda para tirar de ella haciendo que nuestros cuerpos choquen entre ellos. En eso siento una mirada penetrante sobre nosotros, me separo de Alexander para mirar de quien se trataba.

Pablo.

Él estaba sonrojado mientras comía unos Doritos.

Carajo.

—Lo siento por interrumpir, pero ustedes pueden seguir con su sesión de besos... No tengo ningún problemita —Pablo admitió dándole un mordisco aun Dorito.

Me quería separar de Alexander, pero el coloco su mano en mi cintura... Hombres y su extraña obsesión por marcar territorio.

—Acaso no sabes tocar la puerta —Alexander gruño enojado.

—No, porque nunca tuve una madre o un padre y por favor, Alessandra controla a tu pitbull.

Pablo ríe viendo el rostro de pocos amigos de su hermano, una risita se me escapa mientras admiraba la cara de culo de Alexander.

Es muy divertido estar con los dos.

En los peores momentos, Pablo te hace reír.

—Una más y te rompo esa boquita tuya —Alexander le advirtió.

El empieza a caminar hacia Pablo, pero lo detengo colocándome frente a el.

—Alexander te estás portando como un niño inmaduro, mejor siéntate y empieza a controlar esa ira —ordeno con firmeza.

Alexander solo asiente avergonzado para tomar asiento a un costado de la cama.

—Alessandra es mucho más pequeña que tú y te dejas mandar por ella —Pablo dijo entre risas.

Le quito sus Doritos para tirárselos al suelo.

—La próxima broma que hagas yo misma te cortaré la lengua —advierto.

—Lo siento, fuego —me sonrojo al escuchar ese estúpido apodo que me puso.

Pablo estaba por acariciar mi cabello, pero la fuerte mano de Alexander le tira un pequeño golpe a la pobre mano de Pablo.

Pecados. (POR CORREGIR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora