Capítulo 1: The new girl in town

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¡Qué horror!

Mi nueva escuela no podía ser más mierda porque no le alcanzaron las ganas a sus fundadores: Los casilleros rotos, las paredes despintadas, el patio estaba repleto de basura, las aulas apestaban a humedad y los alumnos parecían encajar a la perfección con el ambiente.

Era como si todos, y no exagero al decir TODOS; estuviesen esperando a que alguien que se le cruzara por los pasillos sacara una navaja y los apuñalara. Muchos de los alumnos iban con la cabeza baja, los auriculares puestos y sus mochilas aferradas a ellos con toda voluntad.

Comencé a sentir algo de miedo porque todo el mundo estaba alerta. Nadie parecía sonreír o pasar un buen rato. No, absolutamente todos llevaban el rostro cargado de inseguridad y miedo. Por lo menos, encajé bastante bien en el lugar, puesto que al ignorar al resto de la humanidad parecía ser cada vez más parte de ella.

Abrí mi casillero, el cual estaba justo al lado de una chica rubia que llevaba unos cascos y apoyaba su espalda en lo que debía ser el suyo. La ignoré y saqué mi hoja de horarios. Seguía física.

Odio física.

-¿Y tú quien eres?- Preguntó de golpe una voz femenina por sobre la música que llegaba a mis oídos. Al levantar la vista vi que se trataba de la misma rubia de antes, solo que ahora se había volteado a verme y tenía una de sus orejas descubiertas.

-Soy nueva.- Dije, intentando no sonar demasiado descortés.

-¿En serio? ¡No lo había notado!- Informó ella, sarcástica. Le dirigí una sonrisa cargada de odio.- Anda, dime. ¿Quién eres?- Habló seria, nuevamente. Suspiré y torcí la cabeza, como siempre solía hacer cuando algo me molestaba.

-Me llamo Mérida.- Confesé, en tono monótono y aburrido.

-Astrid.- Dijo ella en seco y luego sonrió levemente para estrechar mi mano. Aquello me llegó de sorpresa y acepté temerosa su mano. Por alguna razón esperaba que aquella chica sacara un hacha y me atravesara. Esa escuela ya me estaba afectando.- ¿Qué te toca?- Preguntó, acercándose para ver mi hija de horarios que seguía entre mis manos.

-Física.- Suspiré, molesta; aunque por el hecho de que tenía física. Astrid... me caía bien.

-Ugh.- Exclamó ella, casi sufriendo.- Yo igual.- Confesó.- ¿Te sientas conmigo?- Me preguntó. Yo asentí tranquilamente, aunque por dentro moría de alegría por haber conocido a alguien finalmente.

Ambas recorrimos el pasillo en silencio. Es increíble la confianza que te da ser dos y no uno solo. Incluso si ni si quiera conocía en NADA a Astrid, sentía que juntas éramos más fuertes. Al llegar al aula 98, en donde se practicaba la materia más horrorosa de todas, nos ubicamos en los asientos posteriores del salón. Un chico de cabello negro que se encontraba detrás de nosotras se inclinó sobre su banquillo para meter su cabeza entre nuestros cuerpos.

-Eh, Astrid. ¿Quién es tu linda amiga?- Preguntó él. Me quedé helada. ¿Había dicho 'linda'? Nunca nadie me había dicho que era linda... Ni si quiera en un comentario tan vago y bajo como ese.

-Mérida, ese idiota es Patán.- Comenzó mi ¿amiga?, para provocar una sonrisa coqueta en el muchacho dirigida hacia mí.- Imaginarás de dónde consiguió ese nombre.- Astrid rodó los ojos y yo reí algo incómoda. Gracias a Dios, la puerta se abrió, dejando ver a una pila de libros con patas. Sí, exactamente. Solo se podía divisar una montaña de libros que eran sostenidos por unos brazos humanos y luego las piernas de lo que parecía un hombre. Bueno, si no es que la moda femenina ahora se basa en usar prendas masculinas. Toda la clase se puso derecha o resopló molesta, por lo que intuí que era el profesor.

-Buen día, clase.- Saludó él. Nadie contestó. Yo estuve a punto de hacerlo, es más me quedé con la boca abierta, lista para hablar; pero al ver que todos ignoraban el saludo decidí callarme.- He dicho: Buenos días, clase.- Recalcó el profesor, ésta vez poniéndose derecho y dejando los libros sobre la mesa.  

Me quedé atónita. Ésta vez fui yo quien ni si quiera abrió la boca mientras que todos los demás saludaban con tiranía. Dios, era el hombre más hermoso que había visto: Ojos verdes esmeralda, tan profundos que intimidaban; cabello castaño oscuro, un poco largo y desalineado pero igualmente perfecto; vestimenta formal-informal, que contaba con un jersey negro, una camisa a cuadros azul y blanca fuera de éste, un suéter azul marino, unos lentes algo hipsters (Debo admitir) y unas zapatillas DC, de esas que todo el mundo usaba últimamente. No podía creer que fuese un profesor. ¡Parecía de mi edad!

En cierto momento, mi respiración de cortó, puesto que él había fijado sus ojos sobre mí. Estaba sonrojada, estaba segura; pero por alguna razón no me molestó. No podía ser la primera que reaccionaba así ante su intensa mirada, ¿o sí?

-Vaya, parece que tenemos alumna nueva.- Dijo y no pude evitar sentir una punzada en el pecho. ¿Hablaba de mí? ¡Claro que hablaba de mí! ¡Era la única nueva!- ¿Cómo es tu nombre?- Preguntó, amablemente mientras esbozaba una cálida sonrisa. La sonrisa más hermosa que había visto jamás.

-M-Mérida.- Tartamudeé, tanto por estar dirigiéndome hacia él como por estar hablando en frente de toda la clase.

-¿De dónde vienes, Mérida?- Volvió a preguntarme. Él había tomado asiento sobre su mesa y llevó ambas manos a los costados, imagino que para no caerse, a la vez que doblaba una de sus rodillas y ponía su pie contra el borde de la mesa. Se veía increíblemente tentador en esa posición. Dios, estaba delirando.

-Texas.- Contesté, tragando saliva. Nunca había estado tan nerviosa.

-¿Texas?- Exclamó alguien a mi derecha. Otro chico, un rubio que tomaba posición al lado de otra rubia.- Vaquerita, si algún día necesitas un potro para montar, no dudes en hablar conmigo.- Dijo, al momento en que me guiñaba un ojo. ¿Qué? ¡¿Qué?!

¿Por qué me pasaba aquello? Nunca y repito NUNCA nadie se había fijado en mi y mucho menos se había atrevido a hacerme un comentario como tal. ¿Y tenía que ocurrir justo en ese momento? Obviamente, enrojecí cual tomate y desvié la vista hacia mis manos, las cuales se movían con ansiedad. Astrid cubrió mi espalda.

-¡Calla, idiota! ¡La vas a espantar en su primer día!- Le reclamó. Él simplemente rió con malicia mientras codeaba a la chica rubia a su lado, provocando una mirada furiosa por parte de ésta.

-Ya, ya.- Los calmó el profesor.- Sé bienvenida, Mérida. Mi nombre es Hiccup Haddock, o señor Haddock, para ustedes. Soy el profesor de física y es un gusto tenerte en mi clase.- Terminó él con una sonrisa, como si se supiera aquel discurso de memoria. Aún así, su sonrisa fue letal.

-Gracias.- Dije, aunque sonó como un susurro. Él asintió y prosiguió con la clase, aunque obviamente fue demasiado difícil concentrarme.

¿Me había flechado por mi profesor? Que cliché, no podía ser más aburrida. Sin embargo, mi madre seguramente estaría feliz: Mis notas en física subirían, considerablemente.

[Mericcup] Teach me how to LoveWhere stories live. Discover now