Capítulo 19: Drink to forget

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Desde nuestra discusión con Hiccup, todo pareció ir en cámara lenta. Rapunzel estaba realmente preocupada por mí... y tenía motivos. Si el incidente del Baile se llevó una parte de mí, perder a Hiccup terminó por destrozarme.

Fui tan tonta.

-Meri.- Me llamaba mi amiga, mientras secaba mis lágrimas.- Reacciona, por favor.- Rogaba, mientras yo simplemente podía mantener la vista fija en un punto.

Por las noches, me torturaba a mí misma y me decía repetidas veces que todo aquello, era culpa mía. Lloraba la mayor parte del tiempo, exceptuando los momentos que tenía que compartir con la familia de Rapunzel, ya que a pesar de que estaba realmente destrozada, no quería que nadie se preocupara y quisiera averiguar el por qué de mi tristeza.

Volví a Nueva York hecha trizas. Se suponía que Hiccup y yo iríamos en el mismo avión, disfrutando de nuestras últimas horas juntos sin que nadie nos molestara. Sin embargo, estaba sola. Me dediqué a llorar en silencio, para así no tener más lágrimas que soltar en frente de mis padres.

Estaba feliz de estar en casa, puesto que la permanente presencia de mi familia me obligaba a no llorar. Solo lo hacía por las noches.

Mi falta de descanso me afectó rápidamente. Unas horribles ojeras aparecieron en mi rostro y perdí considerablemente el apetito. Llamaba a Hiccup unas tres veces al día, pero él no contestaba ninguna de mis llamadas. Le rogaba por mensajes de voz que contestara, que necesitaba hablar con él. Que lo necesita, pero no... Hiccup no demostró una pizca de piedad.

Rapunzel me llamaba todas las noches y, como toda buena amiga, me apoyaba con palabras alentadoras. Aunque nada me revivía. Solo Hiccup podía curarme de esa tristeza.

Una noche me encontré a mí misma vagando por las calles de Nueva York. Ni si quiera recordaba cómo había llegado a aquel lugar. Miré a mi alrededor mientras secaba mis lágrimas y noté que había un pequeño bar en una esquina. Uno de los pocos locales abiertos.

Entre allí por instinto, por puro desprecio hacia mi vida. Agradecí tener dieciocho y poder ordenar todo lo que se me apetecía. Un vaso tras otro se fue vaciando y yo aún no me sentía satisfecha. Dicen que uno bebe para olvidar, pero esa noche, yo bebía para recordar. Bajo el efecto del alcohol, podía sentir a Hiccup a mi lado, tocándome, besándome, diciéndome que me amaba.

Recuerdo haber llorado a mares, hasta que el dueño del bar me pidió que me marchara porque estaba siendo demasiado ruidosa. Caminé tambaleante por las calles de Nueva York e increíblemente llegué sana y salva hasta casa de Hiccup, la cual quedaba considerablemente lejos de la mía. Toqué la puerta mientras pasaba nuevamente la manga de mi abrigo por mis mejillas y nariz. Nadie contestó. Comencé a dar fuertes y pausados golpes. Primero con el puño, luego con el pie... luego con la cabeza. Hasta que escuché a alguien bajar por las escaleras.

Me puse derecha torpemente y arreglé mi horrible imagen. La puerta se abrió levemente, dándome una pequeña vista de aquellos ojos verdes que tanto anhelaba ver. Al ver que se trataba de mí, Hiccup resopló y abrió la puerta por completo. Vestía una bata azul y el cabello desalineado. Seguramente había estado durmiendo y lo había despertado. Sabe Dios que hora era.

-¿Qué quieres?- Preguntó, con frialdad. ¿Cómo se podía ser tan desalmado?

-Hablar.- Rogué, torpemente. Hiccup arqueó una ceja.

-¿Estás ebria?- Su cara cambió de estar enojada a estar preocupada en un segundo. No pude contestar, no sabía exactamente como me encontraba. Él miró por sobre mi cabeza y luego volvió a enfocar la vista en mí.- ¿Cómo has venido hasta aquí?-

-Caminando.- Contesté, en un susurro. Hiccup abrió la boca, claramente sorprendido.

-¿Estás loca? ¿Y si te pasaba algo?- Me tomó por los hombros. Dios, que bien se sentía su tacto.

-Quería verte.- Confesé, volviendo al llanto.

-Mérida.- Susurró Hiccup, algo conmovido.- Ven.- Me ordenó rodeándome con sus brazos y ayudándome a ingresar a su casa. Las escaleras del recibidor fueron mi mayor desafío, pero una vez arriba, caminé por la casa como una experta a pesar de que había estado únicamente dos veces allí. Me recosté sobre el sofá, rendida. Todo me daba vueltas, pero no quería ceder ante el cansancio, quería estar con Hiccup ahora que tenía la posibilidad. Se sentó a mi lado, aunque con una considerable distancia.

-¿Por qué estás tan lejos?- Pregunté, limpiándome una lágrima. ¿Acaso no veía lo destrozada que estaba? ¿No le bastaba con verme así de destruida?

-Mérida, no puedes hacer este tipo de cosas. Podrías salir herida, o peor. Quien sabe qué tipo de gente anda por las calles a ésta hora.- Me regañó, pero lo que dolió más no fue su regaño, sino la voz que usaba conmigo. No era la de Hiccup, era la del señor Haddok. Esa voz distante. Profesor-Alumna.

-No me hagas esto.- Supliqué.

-¿Ahora resulta ser culpa mía?- Me preguntó, claramente enfadado.

-Sabes que te amo.- No podía controlar mi lengua, en mi mente no había nada más que el deseo de recuperarlo.

-¿Entonces por qué te viste con otro?- Escupió, mirándome fijamente.

-Solo es un amigo.- Susurré, perdiendo el control de mis lágrimas, las cuales caían cada vez con más velocidad.

-Sí, claro.- Agregó, sarcástico.

-Es la verdad.- Sollocé.- Te juro por mi vida que nunca ocurrió nada. Solo nos dimos un abrazo. Solo eso, Hicc.-

-¿Y entonces por qué me mentiste? ¿Por qué dijiste que estarías con Rapunzel cuando estabas "abrazando" a otro hombre?- Tenía su voz cargada de odio, de inseguridad. Estaba enfadado, pero podía notar cómo su corazón estaba roto como el mío. Si ni si quiera podía contestarle esa pregunta estando sobria, menos podría hacerlo con tantas copas encima, por lo que me quedé completamente callada.- Eso pensé.- Dijo, para luego dejarse caer sobre el respaldo del sillón. Me animé a avanzar en cuatro patas hacia él, como perrito lastimado, y me atreví a colocarme sobre su regazo. Él no lo impidió, lo que agradecí eternamente.

-Te amo.- Susurré.- Demasiado.- Volví a decir con lágrimas por mis mejillas, tomándolo por la cara para que viera el sufrimiento que me provocaba. Para que viera el dolor que me había provocado yo misma.

-Yo también te amo.- Dijo él y yo solté un sollozo cargado de alivio. Me dejé caer sobre su pecho y lloré por quien sabe cuanto tiempo. Me sentía tan débil en sus brazos, tan suya. Era doloroso pero al mismo tiempo reconfortante estar a su lado. Hiccup era aquella droga que envenenaba mi cuerpo pero fortalecía mi alma. El castaño no interrumpió mi llanto, pero tampoco estuvo demasiado cariñoso. Me dejó vaciar mi arsenal de lágrimas y, luego, se ofreció para llevarme a casa.

Me quedé dormida durante el viaje, agotada por la caminata y por el alcohol. Me despertó con unas suaves sacudidas en el hombro.

-Ya llegamos.- Me informó, con el semblante vacío.

-¿No te quedas?- Le pregunté, atontada. Soltó una risa melancólica, que casi ni se notó.

-No creo que a tus padres les agrade encontrarme allí por la mañana.- Asentí, recordando que efectivamente vivía con mis padres y que mi pregunta fue realmente estúpida.

-¿Contestarás mis llamadas?- Miré sus ojos verdes con profundidad. Él asintió, levemente.- Bien.- Dije, con media sonrisa y me retiré del auto, volteando para ver a Hiccup una vez más antes de cerrar la puerta. Sin embargo, él ya mantenía su vista al frente.

Ni bien subí a mi habitación y me acosté en la cama marqué el número de Hiccup.

Él no contestó.

[Mericcup] Teach me how to LoveWhere stories live. Discover now