Capítulo 26: One more chance

873 93 51
                                    

Abrí mis ojos lentamente. Una brillante luz blanca me impedía enfocar la vista. De fondo, se escuchaban aquellos pitidos continuos que indicaban el ritmo cardíaco de una persona. ¿Estaba en un hospital?

Me reincorporé lentamente, la cabeza me dolía demasiado. Al sentarme noté cómo mi cuerpo, en especial mi estómago, se quejaba de dolor. Me llevé la mano hacia dicha zona y sentí que estaba cubierta por vendas.

Miré confundida por toda la habitación, en donde mi vista se centró en la hermosa castaña de cabello corto que dormía con el rostro fruncido sobre un incómodo sofá.

-¿Ra-Rapunzel?- Tartamudeé, impresionada por oír mi propia voz tan ronca, como si no hubiese hablado en días. La castaña abrió los ojos lentamente, pero cuando enfocó su vista en mí, los puso como platos. Inmediatamente corrió hasta la cama y me tomó de la mano, para luego llevar ésta a sus labios y besarla afectuosamente. Vi sus ojos repletos de lágrimas.

-¡Kristoff! ¡Elinor! ¡Despertó!- Gritó poco después. ¿Qué?

Luego de nada más que dos segundos, el primo segundo de Rapunzel vestido con una flameante bata de doctor, ingresó al cuarto seguido por mi madre, ambos con los rostros sorprendidos. Mamá se acercó a mi llorando y me tomó por el rostro para llenarlo de besos pequeños.

-Ma-mamá.- Me quejé, sin entender nada.

-¡Mérida! ¿Cómo pudiste hacernos eso?- Lloraba ella.- ¿Como se te ocurrió que quitarte la vida sería la salida más fácil?- Entonces caí en cuenta de lo que ocurría. No había muerto. ¿Cómo era posible?

-Elinor, creo que Mérida necesita unos minutos para reponerse.- La calmó Kristoff, tomándola por los hombros. Ella asintió.

-Mérida. ¿Cómo te sientes?- Me preguntó Rapunzel, con la voz endulzada.

-Confundida.- Contesté.- ¿Cómo?- Pregunté, boquiabierta hacia Kristoff, quien ahora por azar del destino parecía ser mi doctor.

-Todo tendrá sentido en poco tiempo, pero ahora tú necesitas descansar. Acabas de salir de un coma de dos meses, no es cosa para tomárselo a la ligera.- Dios mío. ¿Dos meses? Me quedé perpleja y una lágrima se deslizó por mi mejilla.

-¿Por qué no me desconectaron?- Pregunté furiosa.- ¿Qué acaso no entendieron que quería morirme?- Solté, completa de ira.

-Mérida, cálmate, por favor.- Me pidió Kristoff.

-¡Ni una mierda!- Le grité.

-Enfermera.- Pidió él y una jovencita de cabello rojizo ingresó a la habitación con una jeringa, la cual vació su contenido en un pequeño tubo. Entendí lo que me hicieron en cuanto mis ojos se volvieron pesados y caí en un profundo sueño.

Al cabo de unas horas, o eso quería imaginar, abrí los ojos para encontrarme con otra pelirroja, pero ésta llevaba dos trenzas en lugar de una coleta. Se me hacía increíblemente familiar.

-Hola, Mérida.- Sonrió ella.- Bienvenida de vuelta.- Agregó, anotando algo en una libreta. Estaba vestida con ropa muy formal.- Mi nombre es Ana y seré tu psiquiatra.- Abrí los ojos expresando sorpresa.- Lo sé, lo sé... "No necesitas una psiquiatra".- Dijo, imitando mi voz que por alguna extraña razón conocía.- Pero tienes que entender que estoy aquí para ayudarte. Además, nada de lo que me digas a mí le será comentado a nadie, ni si quiera a tus padres si así lo deseas.- Asentí levemente.- Bien.- Sonrió ella. Tenía una sonrisa muy cálida.- ¿Qué me dices si empezamos por hablar sobre lo que ocurrió esa noche de otoño en tu cuarto? ¿Lo recuerdas?- Me preguntó, sentándose a mi lado y dejando un poco su posición fría que antes cargaba.

[Mericcup] Teach me how to LoveWhere stories live. Discover now