━ 𝐍𝗎𝖾𝗏𝖾.

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Maratón 2/4.

— Jisung... Park Jisung es el hombre más tierno y dulce que he conocido. No se compara en nada con esos otros tipos que solo querían co- Renjun, ¿me estás prestando atención? — cuestionó Chenle al notar cómo su pelirubio amigo miraba a la misma dirección como por enésima vez. Rodó los ojos y le propinó un zape en la cabeza cosa que hizo reaccionar a Renjun, obligándolo a bufar y a mirarlo mal, muy mal. Pronto su mirada se relajó, él no era de aquellos que permanecían enojados por mucho tiempo.

— Es solo que... estaba pensando.

— Claro, pensando mientras ves fijamente la mesa donde está el grupo de Lee Jeno.

De pronto sintió su garganta cerrarse, el aire ya no le pasaba y mucho menos el líquido que había consumido hace unos momentos. Comenzó a toser desenfrenadamente, golpeando su pecho desesperado en busca de recuperar el aliento sin mucho éxito. Chenle tuvo que ayudarlo.

Su rostro estaba rojo, se encontraba avergonzado con su amigo puesto que le había prometido que dejaría de pensar en el causante de sus lágrimas de hace tres noches. Zhong es su mejor amigo por lo que ocultarle cualquier cosa era como un pecado así que terminó contándole todo lo sucedido, aunque evitó el pequeñísimo detalle en donde terminaba estampando su trasero en el suelo por haber sido empujado con fuerza por las grandes manos de Lee. Y es que conocía a su mejor amigo desde que llegó a esa escuela, sabía que él armaría un alboroto por eso. Solo quería evitar cualquier otro inconveniente.

— Eso no es verdad... — murmuró el chino mayor una vez se recuperó de su reciente atorada mortal. Luego escuchó al contrario suspirar y lo vio negando con la cabeza, decepcionado. ¿Y cómo no iba a estarlo cuando su charla sobre que Jeno había sido un idiota total con él sin razón alguna y que debía dejar de pensar en aquello no había funcionado en lo más mínimo?

— Parece que lo que te digo te entra por una oreja y te sale por la otra.

Resopló y sintió su corazón reprimirse al ver cómo Jeno parecía solo ignorarlo cada vez más. No entendía qué había hecho, tal vez dijo algo malo o actuó de manera incorrecta. Necesitaba pedirle disculpas por cualquier cosa que haya hecho incorrectamente, solo que no lograba encontrar el lugar ni el momento oportuno para poder hablar con el pelinegro, siempre iba acompañado y él no tenía el coraje para acercarse. ¿Y si también lo ignoraba como ya tantas veces lo había hecho?

Y tan bien que habían avanzado en la amistad que apenas acababan de entablar...

— ¡Ya deja esa carita de perro aguado! Jeno no es el único hombre en el planeta tierra. — trató de animar el castaño dando suaves palmaditas en la espalda de su triste amigo.

— No es fácil olvidarse de tu crush de dos años y medio, ¿sabes?

Jeno bebió gran cantidad de su botella de agua, después solo se limpió el sudor con su trapo y se sentó en una banca para descansar un poco

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Jeno bebió gran cantidad de su botella de agua, después solo se limpió el sudor con su trapo y se sentó en una banca para descansar un poco. Hacía veinte minutos que comenzaron a jugar él y otros más básquet. Sus manos y pies dolían, ameritaban un corto descanso.

Aunque, claro, no estaba exagerando en lo absoluto puesto que ese mismo día tuvieron educación física. El profesor de dicha materia les hizo correr la enorme cancha más de quince veces, era obvio que su cuerpo perdería mucha energía.

Pero, bueno, tampoco tenía mente para pensar en ello cuando en sus pensamientos siempre aparecía...

— ¿Qué pasó con Renjun? — vio a Jaemin sentarse a su lado junto a una botella de agua. Pensó en arrebatársela, tenía mucha sed.

— No sé de qué hablas.

— No te hagas, él solía sentarse en receso con nosotros hace unas semanas y ahora ni se acerca.

— ¿Y por qué piensas que yo soy el culpable?

Había tenido suficiente estos últimos días como para lidiar con el entrometido de Na. Si seguía así, muy probablemente explotaría en ese instante.

— Porque hablé con Ren y cuando te mencioné en la conversación lo vi inquieto, incluso prefirió no decir nada al respecto.

Jeno se quedó en silencio con la mirada perdida. Había deseado nunca volver a escuchar el nombre de Renjun en su vida pero como siempre el chino le aparecía hasta en la sopa. Estaba cansado de esta situación y de no saber por qué Huang le atraía cuando él no era gay, cuando ningún chico le había gustado... hasta ese entonces.

Lee se levantó y con la cabeza le indicó al de baja estatura que lo siguiera al salón de clases donde podrían tener más privacidad. Agradecía internamente que el lugar estuviera completamente vacío y en silencio. Silencio que ellos mismos crearon porque Jeno no sabía cómo comenzar a hablar y Jaemin no tenía nada que decir, solo esperar a que el mayor se dedique a contarle las cosas de una vez. Porque sí, Jaemin no era tonto y supo desde aquella vez que estudiaron los tres en casa del pelinegro que algo ocurría entre ese par.

— Yo... — luego de un par de minutos de un para nada cómodo silencio, Jeno se dignó a soltar palabra. Al fin. — Renjun y yo discutimos hace un par de días en la enfermería. — tomó una pequeña bocanada de aire y continuó. Esto quizás tomaría un rato. — Fue mi culpa, lo admito. Nuestra amistad estaba yendo bien pero... pero yo... ¡agh! — agarró sus cabellos entre sus manos con frustración, decir todo no era cosa sencilla y menos para alguien como él. Jaemin no diría nada y le daría el tiempo necesario para que logre calmarse. — Lo que quiero decir es que mientras más pasaba con él el cosquilleo en mi estómago se hacía cada vez más presente y mi corazón... mi corazón no paraba de latir como un maldito desquiciado. Odié esta sensación desde el primer momento a pesar de que creí que solo era porque Huang me incomodaba con su presencia, por eso trataba de ignorarlo pero en el día de la fiesta nos hicimos más cercanos. Todo empeoró desde ahí. Quería estar con él todo el rato y por eso lo invité a una salida amistosa, ahí fue cuando acepté que él me atraía. Y el día en que enfermé... estuvimos demasiado cerca que... — mordió el carrillo de su boca, sintiendo el calor subir a sus mejillas. Incluso sus orejas se habían teñido de un color rojo pálido. Cualquiera que lo viera diría que su apariencia en ese momento era patética, vergonzosa. — Lo empujé porque casi le doy un beso y le dije que me repudiaba... que no quería que volviéramos a hablarnos ni vernos.

Finalizó, mas lo único que pudo hacer fue esconderse entre sus brazos. ¿Podía ser más ridículo?

Jaemin estaba sorprendido, por supuesto que lo estaba, pero en cierta parte se imaginó que todo esto tenía que ver con los sentimientos de Jeno. Era muy observador con respecto a ello, ahora es cuando amaba tener esa "capacidad".

— Amigo, déjame decirte que eres un homosexual reprimido.

H𝗘 I𝗦 N𝗢T 𝗚A𝗬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora