32. Fake Crystal

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Mar.

Solo se vive una vez.

—Mar, déjame hablar a mí. —pidió Honne

—Hay que decir la verdad o no podrá ayudarnos —me crucé de brazos—. un placer señora, soy Marina.

La cara de Honne estuvo amenazando en caerse, abrió la boca asombrada, con los ojos bien abiertos.

Ojalá no haga algún comentario, me da pena mi nombre por lo que lo suelo mantener oculto en todo, incluso en los contratos o documentos legales, aunque aquello no fuera muy legal.

Ella carraspeó.

—Bueno, entonces yo me llamo Tiburcia. —creo que lo dijo irónicamente, no estaba segura.

—¿No te llamas Honne? —fruncí el ceño.

—¡¿No te llamas Mar?! —exclamó sorprendida—. ¡Pensé que te llamabas María!

—¡No, qué feo nombre!

—Ese es mi nombre —dijo en voz baja la terapeuta.

Ay por el amor al universo.

—Por favor, calma —sonrió—. no hace falta que entren en detalles, primero ¿Que les parece presentarnos?

Esperé a que mi novia se presentara, sí se llama Honne, pero al parecer su familia lo puso en otro idioma donde la buena pronunciación sería "Joni" parecido a miel en inglés, sin embargo, como creció en Latinoamérica para que no la molesten dejó que lo dijeran como quisiesen.

Yo expliqué que soy una figura pública, un poco de Astrohada y un poco de mí dándome cuenta en el medio lo extraño que sonaba que hablara como si fuera dos personas en una.

—Disculpa que te moleste cariño, lo del contrato que mencionaste ¿Se debe a algo laboral?

—Sí, fue con el personaje de Astrohada.

—Pero Mar también es mi novia. —repitió.

¿También? Se me escapó una risa nervios, había olvidado cómo nos referimos al "trabajo" que siquiera consideraba uno.

—Tenemos una hija —comenté, la mujer actuó calmada pero mi sexto sentido me dijo que se asustó—. oh, es un gato, es un gatito panzón.

El resto de hora sí fue seria, por lo cual permanecí callada escuchando sus preguntas o a Honne hablar, pese que sea solo la primera cita, que tal vez tenía en mi cabeza la necesidad de que hubiera un intermediario, pero sí me di cuenta de la diferencia entre lo que pude decir al sentirme hablando del trabajo, bromeando y lo nerviosa que me puso tener que hacerlo por mí misma.

Era un grano de arena pequeñísimo, no obstante, la única forma que podamos construir algo encima de ello luego.

—Adiós queridas —nos abrió la puerta—, por cierto, aclaren sus cuentas en la recepción ya que pusieron mal los nombres, me decía los de otra pareja, pero veo que eso no estaba claro. Debe ser el chico nuevo que contratamos que comete errores seguido.

—Espere, dijo que se llamaba María —Honne paró en seco—. así no se llama la terapeuta con la que reservé cita.

—Oh, debieron confundirme con Tina, la libra misteriosa de al lado.

Volvimos a casa congeladas, no me acostumbraba al cambio de temperatura en los países, menos que fuera en las épocas del año donde en mis tierras el calor nos asaba. Sostenía su mano con fuerza muy segura de no querer soltarme, nuestros brazos se balancearon al ritmo de la música que compartimos a través de nuestros auriculares inalámbricos.

Si ellos supieranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora