Capítulo 4: Té de manzanilla

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|Té de manzanilla|

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La cena fue bastante normal, no conversamos sobre tantas cosas personales, sólo le conté un poco acerca del edificio en el que estábamos y ella habló sobre el cactus que había en la mesa de centro que no podíamos dejar de mirar.

Me desperté temprano para irme a trabajar, me di una ducha y me vestí rápidamente antes de llegar otro día atrasado al restaurant y que Patrick me sacara de allí a patadas.

Cuando salí a la sala vi un cactus encima de la mesa de centro y recordé de inmediato que había una chica viviendo junto a mí en la habitación de invitados. Todavía era temprano, así que asumí que debía seguir durmiendo. Cogí las llaves y abrí la puerta, pero de sopetón choqué con Violet, quien estaba de pie afuera del departamento a punto de tocar el timbre. Me corrí unos centímetros hacia atrás, algo asustado y ella también.

—Lo lamento —me dijo.

—Que no se nos haga costumbre estrellarnos —solté. Ella se adelantó para entrar y noté que tenía puesto el pijama, pero encima un abrigo súper grande que le llegaba por debajo de las rodillas. No sé de dónde sacó una bolsa y me sonrió. —¿Qué haces tan temprano fuera del departamento? —me adelanté antes de que me contara lo que traía.

—Fui por desayuno. Y no es tan temprano —ojeó su móvil rápidamente. —Debes estar a punto de llegar atrasado.

—Si, adiós —le lancé las llaves, ella las cogió apenas —. Estoy de regreso a las cinco por si sales y me quedo sin llaves. Sácales una copia.

Ella asintió levemente y solo me largué.

Cuando atravesé la puerta del restaurant me percaté de que el móvil se me había quedado cargando encima de la cama, así que todo el día estuve incomunicado del mundo. Y no era como si me molestara. Incluso así, en ocasiones, sentía más paz.

A las cinco con treinta ya estaba tocando el timbre del departamento, se sentía extraño. Me había acostumbrado a la soledad, a cenar solo, a cuidar a Rayo y fumar cigarrillos con la televisión sonando de fondo. Y ahora en un día había cambiado esa rutina y estaba tocando el timbre para que mi inquilina abriera la puerta.

No pasó más de un minuto cuando la puerta se abrió y frente a mí apareció Violet con el cabello recogido de forma desordenada. Ya no estaba usando su abrigo gigantesco, sino un pantalón de chándal con una camiseta que seguramente era tres tallas más que ella. Tenía un escobillón en su mano izquierda y me sonrió cuando atravesé la puerta.

—Le saqué una copia a la llave, quizá esté lista mañana —me contó.

Iba a contestarle, pero una musiquita proveniente del pasillo me desconcentró. Fruncí el ceño y la observé con una mueca divertida.

—Estoy ordenando, suelo escuchar música cuando ordeno —se encogió de hombros.

Asentí.

—¿Y Rayo?

Ella esbozó una sonrisa y comenzó a caminar por el pasillo, me llamó hasta su habitación y señaló algo dentro. Caminé siguiéndola y me asomé a su puerta. Rayo estaba husmeando todo, metiéndose dentro de la maleta y luego sacando cosas como si le pertenecieran. No pude evitar reír.

—Puto chismoso —sonreí.

—Es una gran compañía.

—Mucho mejor que yo —asentí.

—No digas eso —me dijo, luego se adelantó y apagó la música de su parlante, que, por cierto, era una cosa redonde de color gris. —¿Sabes? Tu móvil ha sonado cientos de veces... quizá es importante. Y no quise meterme a tu habitación...

Cuando tus ojos me mirenWhere stories live. Discover now