Capítulo 28: Me recordó a ti

3.1K 378 119
                                    

VIOLET

Llegamos a un local de comida rápida cerca del departamento, buscamos un sitio vacío y comenzamos a mirar la carta en nuestros móviles.

—¿Qué harás con los 1.500 euros que ganarás el próximo mes?

Mi pregunta lo hizo reír.

Me gustaba verlo reír, se sentía como un alivio en el corazón.

—Viajar.

—¿Dónde? —me apoyé en la mesa esperando que nombrara alguna playa paradisíaca.

—A casa.

—¿Volverás a casa? —su respuesta me dejó congelada por un momento. De inmediato quise decirle que él no me dejó volver a casa (por razones obvias) y ahora no me parecía justo que quisiera regresar a casa dejándome allí.

—No —respondió acallando todos mis pensamientos. —Es una excusa para ver a mamá, Evan, un par de amigos y... no sé. Supongo que visitar a Bianca.

Sus ojos se fueron a la carta nuevamente, evitó mirarme a los ojos cuando dijo su nombre. Sabía muy bien cuando ocultar cosas que lo hacían sentir abrumado.

—¿Crees que es una buena idea?

—Lo es.

—¿Hablaste con tu psicóloga sobre esto?

—No sobre el premio porque claramente no lo ganaré —sonrió. —Pero sí de viajar en algún momento. Dijo que mirar desde otra perspectiva la vida que dejé atrás podía ser positivo.

—¿Y si no lo es?

—Será una caída más.

—¿Estás preparado para caerte?

—Nunca lo estoy, pero ya voy acostumbrándome.

No estaba satisfecha, no quería verlo mal otra vez. Me gustaba verlo sonreír, pero entendía que estaba cicatrizando heridas y debía enfrentarse a situaciones que lo incomodaban para lograr zanjarlas de una vez.

Finalmente pedí papas fritas y una hamburguesa tradicional. Él pidió una hamburguesa más grande y me reí cuando sus ojos se abrieron de par en par cuando le llegó a la mesa.

—Puedes comértela, no me decepciones.

—Haré todo lo que esté a mi alcance —bromeó. —Pero antes... —cogió su mochila y la abrió. —Cierra los ojos.

Lo hice.

Solo podía oír las voces de las personas conversando a mi alrededor sentadas en sus propias mesas pasando un buen rato. La mochila chocó con mi pie cuando Damián la dejó y sentí un vuelco en el estómago.

—Dame tu mano —lo oí. Eso fue lo que hice.

Su mano que siempre estaba helada hizo contacto con la mía y sentí una electricidad recorrerme la espalda. Me sostuvo con una delicada firmeza y solo respiré profundo, no quería que mis mejillas se tiñeran de rojo delatándome. Otra vez.

Algo más helado que su piel tocó la palma de mi mano, tenía una textura metálica.

—¿Ahora sí?

—Sí.

Abrí los ojos y miré lo que había en mi mano. Era un collar delgado y plateado, y de él colgaba un arcoíris pequeño. Sentí mi corazón latir con fuerza y no pude disimular la sonrisa en mi rostro.

—¡Es precioso! —chillé. —¿Un arcoíris?

—Me recordó a ti.

Mis ojos se cristalizaron.

Cuando tus ojos me mirenWhere stories live. Discover now