Capítulo 29: Que valga la pena romperme el corazón

2.8K 371 268
                                    

VIOLET

No sé si fue el ambiente íntimo, la calidez de nuestros cuerpos rozándose o el alcohol que ambos teníamos en el cuerpo, pero ya prácticamente no había espacios vacíos entre nosotros y solo estábamos en medio de la pista de baile sintiéndonos.

—Gracias. —lo oí. Su voz cálida volvió a estremecerme, se me erizaron los vellos de la nuca.

—¿Por qué? —mi mentón estaba cerca de su hombro, casi apoyado. Nadie podía oírnos en ese sitio.

—Por mirarme, Violet. Solo por eso.

—No estoy entendiendo.

Se alejó levemente de mí sin soltarme y me observó a los ojos. Sus ojos oscuros eran lo más transparente que había visto jamás. Sus pecas eran un camino largo por recorrer y su media sonrisa me daba a entender que todo estaría así de bien si estábamos juntos.

—Por mirarme. Por verme más allá de lo que aparento... por mirar a ese Damián que pensé se había perdido en la miseria.

—Te seguiré mirando, Damián. Si me dejas, claro.

—Se escapó de mis manos la decisión de dejarte entrar o no. Ya estás dentro, Violet. Muy dentro. Y a veces siento que me asfixio ¿Sabes?

—Lo entiendo.

Miré su boca y cuando alcé la vista algo avergonzada él estaba mirando la mía. La tensión que se generó entre ambos fue tanta que en un momento pensé que me quedaría sorda por el zumbido de mis oídos.

¿Era el momento?

Me acerqué levemente, él no se alejó.

Tenía miedo.

Tenía miedo de perderme por completa en los brazos de Damián y caer al precipicio cuando despertara y se diera cuenta de que realmente no estaba preparado todavía para dejarme entrar en su vida de esta forma.

Pero me gustaba. Y mucho.

Intenté acallar mis pensamientos y cerré los ojos. Sentí sus dedos hacer presión en mi cintura cuando me acercó más a él. Sin embargo, mi momento de ensoñación fue aplacado por el cambio de música repentino. Abrí los ojos de pronto y lo observé de cerca, él también se quedó pasmado por un momento. Me moví hacia atrás, nerviosa. Y él, se relamió los labios como si se le hubiese secado hasta la garganta.

—Voy al baño —fue la única salida que encontré.

Él asintió, miró a su alrededor y lo vi caminar hacia la mesa.

Mis rodillas temblaban y lo noté todavía más cuando caminé hacia el baño, camino que se me hizo eterno. Apenas entré me encerré en un cubículo como si hubiese hecho algo malo, pero la verdad era otra, no había hecho nada malo y se había sentido bien.

Respiré hondo y luego boté todo el aire de mis pulmones. No estaba ebria, él tampoco. Y no sabía si eso era mejor o peor.

Empujé la puerta del cubículo y choqué de frente con mi reflejo en el espejo. Me lavé la cara, me la sequé con papel absorbente y comencé a imaginar la situación de regresar a la mesa y mirar a Damián. Mis rodillas eran débiles, yo entera era débil frente a él, pero una minúscula porción de seguridad regresó a mi cuerpo cuando recordé que Damián no sentía nervios por nada y, seguramente, esto pasaría desapercibido entre ambos.

Y así fue.

Cuando regresé a la mesa ya todos estaban sentados y el único puesto vacío era a un costado de Colin, así que me senté a su lado y él enseguida me sonrió. Observé a Damián, estaba conversando con Paulette sobre el trabajo de ella. No me miró, no hizo siquiera un gesto cuando estuve ahí y eso me incomodó un poco, pero aun así sentí que era mejor que conversar de lo que había casi sucedido.

Cuando tus ojos me mirenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora