Capítulo 19: Te quiero, Damián

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Estuvimos conversando un poco más acerca de nosotros, le conté un par de anécdotas de la escuela y él me contó acerca de la bonita relación que ha estado construyendo con Jules. Me gustaba la forma en cómo Cayden hablaba de su hijo con tanto amor y orgullo, pues entendía que no todo para ellos había sido color de rosas. Prácticamente habían aprendido juntos a crecer.

Lo vi mirar el reloj de su muñeca un momento después, no permitió que pagara mi parte de lo que comimos y caminamos juntos hasta el pequeño edificio en donde vivíamos Damián y yo.

—Para la próxima invitaré yo —dije, orgullosa.

No me gustaba que me pagaran nada, sobre todo desde que Damián me dejó quedarme en su departamento dándole una miseria de dinero, pero entendía que Cayden sólo estaba siendo amable conmigo. Me sonrió de medio lado y luego rodó los ojos.

—De acuerdo —aceptó.

Apenas llegamos al edificio, nos detuvimos afuera y antes de despedirnos los pasos de una persona me desconcentraron, de inmediato reconocí la silueta por el rabillo de mi ojo. Me giré para verlo... Damián. No sé cómo definir la expresión que tenía en el rostro, así que sólo fui consciente de lo que hizo: se quitó los auriculares y sonrió sin enseñarnos sus dientes.

—Damián —saludó Cayden.

Se dieron un pequeño apretón de manos y cuando se quedó mirándome a mí, sólo movió su cabeza.

—Violet.

No sé por qué sentí tanta incomodidad, como si hubiese estado haciendo algo realmente malo.

—¿Vas a subir? —le preguntó Damián a Cayden, el último rápidamente negó con su cabeza.

—No, iré por Jules a la guardería.

Damián asintió.

—De acuerdo, nos vemos —se acercó a mí para besarme en la mejilla, luego se despidió de Damián y comenzó a caminar hacia la parada de autobuses. Observé a Damián un momento y él frunció el ceño un poco confundido.

—¿Qué hacían? —preguntó.

—Fuimos por un café.

—Un café... —repitió, desviando su mirada de la mía y entrando al edificio. De inmediato lo seguí y comenzamos a subir las escaleras hasta el departamento.

—Sí. Fuimos a una cafetería cercana, deberías acompañarnos algún día —lo animé, pero él negó con una sonrisa.

Sacó sus llaves del bolsillo y abrió la puerta del departamento, lo vi lanzar su mochila al sofá y luego se agachó a acariciar a Rayo.

Me quité la chaqueta lentamente. No entendía por qué seguía con la incomodidad en mi estómago, ¿Por qué sentía que había traicionado a Damián de algún modo?

—Cayden y tú... —lo oí mientras seguía de cuclillas acariciando a Rayo —¿Están saliendo?

—No. Sólo somos amigos.

—Amigos.

—Sí.

—¿Segura?

—¿Por qué no lo estaría?

Se puso de pie y se giró hacia mí con una leve sonrisa, pero por supuesto no era sincera, sólo estaba fingiendo fastidiarme.

—Porque lo he visto mirarte, sonreírte...—se encogió de hombros y luego se escabulló por el pasillo hasta la cocina, pero esta vez no lo seguí.

—Nos conocemos hace nada —contesté.

—Sólo cuídate.

Esta vez si caminé hasta la cocina y me apoyé en el marco de la puerta.

Cuando tus ojos me mirenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora