Capítulo 17: Abstinencia

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Dormí todo lo que restó de tarde y cuando desperté salí de mi habitación sintiéndome un poco mejor, pero el vacío de mi estómago me hizo dirigirme a la cocina, husmeé la olla con sopa que había preparado Violet y encendí la cocina para calentar un poco.

Iba a ir a despertarla, pero su cabello rubio me desconcentró desde la sala, estaba durmiendo tendida en el sofá con Rayo en su estómago.

Sonreí.

¿Qué demonios tenía esa chica? ¿Cómo era capaz de soportarme tanto y de meterse como un escarabajo en mi vida?

Me acerqué lentamente a ella y el primero en mirarme fue Rayo, quien alzó las orejas en posición defensiva, de seguro si la despertaba terminaba arañándome.

—Violeta... —susurré, luego la toqué con el dedo índice bajo la imperturbable mirada de Rayo.

Violet enseguida reaccionó y me miró.

—¿Qué haces durmiendo aquí? Tienes cama.

—Rayo me necesitaba.

Rodé los ojos.

—¿Quieres sopa? Me ha quedado fabulosa —le dije y ella se echó a reír.

—Tráeme un poco, así pruebo tu mano espectacular.

Le guiñé un ojo.

Serví para ambos y le llevé su plato hasta la sala, ella por supuesto ya se encontraba buscando un programa en televisión, pero bufó frustrada cuando no estaban dando los vendedores de mansiones y nos quedamos viendo un programa de subastas a ciegas.

La sopa me recordó lo bien que se sentía estar acompañado.

El sabor y el líquido caliente en mi estómago me hizo sonreír.

—Necesitaba esto, gracias —confesé y a ella se le iluminó el rostro.

—Por nada —sonrió.

—Debo llamar a Patrick —recordé de pronto en voz alta, ella alzó la vista —Cayden me ha pedido empleo... como si fuera un empresario —le conté.

Se notó un poco nerviosa.

—¿Lo sabías?

—No exactamente. Me lo he encontrado.

—¿Dónde?

—Cuando iba a pasar la noche en unas habitaciones baratas que encontré... se estaba quedando allí... con su hijo.

Me sorprendí.

—¿Has conocido a...?

—Sí, Jules. Es encantador, Cayden quiere presentártelo.

—Ah... —cogí una cucharada más, me costó tragar y luego la observé —Primero le conseguiré un empleo, todavía no quiero... vínculos.

—Lo entiendo.

Me quedé en silencio un momento, miré la televisión y un pensamiento se atravesó por mi cabeza.

—¿Cómo era el lugar en el que se estaba quedando?

—Mmh... feo —contestó con simpleza —Bueno, al menos él tenía baño privado.

—¿Y todas sus cosas?

—Esparramadas por ahí...

Tragué duro.

No pude evitar recordar la casa de mamá, el sitio lúgubre y oscuro porque en ocasiones olvidaba pagar los servicios básicos. El hedor a alcohol que salía de su habitación y las cosas esparramadas después de tener crisis de abstinencia.

Cuando tus ojos me mirenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora