Una cuestión de biología

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Día 2: Aroma.

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Gael había pasado su día lejos del apartamento, caminando por la ciudad, haciendo turismo. Su traje manchado de café le importó poco, la duda sobre si obtendría el trabajo era lo que más llenaba su mente. Terminó en un parque, sentado en un columpio. Le quedaba poco dinero, solo podía pagar la renta y algo de comida para no morir en un semana. Se apretó los labios en lo que tomaba su teléfono para marcar nuevamente y pedir ayuda a su único amigo en el mundo.

—Hola— miró a sus pies, como se sacudían nerviosos. —... ¿Cómo estás?— se sonrió. —... ¡Felicidades! Me alegra que todo haya salido bien— empezó a jugar con el nudo de su corbata. —. Walt, necesito pedirte ayuda otra vez, por favor... Necesito más dinero— se avergonzó. Había perdido la cuenta de las veces que había pedido lo mismo. —... Estoy muy complicado este mes— se enderezó en su posición. —... ¿A cenar? Está bien... ¿Dónde?— se puso de pie. —... Te veo allá, hasta luego.

El pelirrojo se encaminó a la parada del autobús, aún faltaba para cenar, pero estaba del otro lado de la ciudad. Tenía que apurarse si quería llegar a tiempo para cenar con su amigo.

Iba aferrado al pasamanos, tratando de soportar su peso por el movimiento del transporte. Del mismo modo se imaginaba su estabilidad económica. Desde que cerraron la tienda departamental donde trabajaba hace un año y medio, estuvo yendo y viendo entre muchos trabajos. Dónde le rechazaban por no poderle pagar lo justo debido a su instrucción académica o por su raza. Era absurdo, en un mundo moderno como ese incluso se seguían llevando los prejuicios del pasado. Toda su vida había vivido y sufrido por ese tipo de pensamientos, de muchas personas, incluido su clan.

Logró tomar un asiento a la mitad del camino. Revisó su teléfono. Ni una sola llamada, ningún correo o Whatsapp. Nada. Apagó la pantalla e inmediatamente empezó a sonar su tono de llamadas por un número desconocido. Contestó veloz.

—Gael al habla— sonaba con un mejor semblante.

—Buenas noches, chico del café— esa voz otra vez.

—Pelmazo— colgó de inmediato y bloqueó el número.

Guardo el dispositivo. Había tanto loco en esa ciudad... No le sorprendía que hubiesen conseguido su número telefónico, además de que casi todos los baristas en ese café lo conocían hace tanto. A alguno se le pudo escapar darle esa información al rubio ese.

Minutos después, llegó al restaurante de comida italiana.

Entró y le indicó al portero que tenía una reunión con el señor Vital Junior, esté abrió los ojos con asombro. Sin chistar lo llevó dentro del lugar. Era un restaurante refinado, distintos aromas inundaban su nariz y no era por la comida. Su fino olfato lo volvía loco a veces, había alfas que no querían pasar por desapercibidos al ocultar su embriagante aroma cuando estaban en celo, esos trataba de evitarlos. Si tenían un aroma que a él no le agradaba, trataba de ni mirarlos, sabía que indicaba algún tipo de molestia excesiva en ellos, era como un repelente para tontos. Muy rara vez lograba disfrutar de un aroma sutil, era lo único que él podía sentir como si todo estuviera bien. Su amigo Walter era un alfa, cerca de él siempre olía a hierba buena. Era relajante para él.

Estaba sonriente, a medida que Gael se le acercaba su aroma era más fuerte. Su amigo se puso de pie y lo saludó con un buen abrazo. Era obvia su felicidad. Seguido a eso, tomaron sus respectivos asientos. Se empezaron a escuchar murmureos, Gael apretó los labios en lo que le traían el menú y un poco de agua. Incluso el mesero lo miró mal.

Esos estereotipos eran una condena a veces...

—¿No te incomoda qué nos miren?— le preguntó a su compañero mientras abría la carta. —... Siento que maté a alguien...

Negociando con el Corazón || Original - #OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora