Cosas de pareja

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Día 22: Ojos de cachorro.

Estoy atrasada, pero vine a ponerme al día de a dos por día. 💪🏻

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Tantos estudios en apenas un solo día, hacían que la agotada mente de Amir se pusiera a imaginar lo gracioso que fuera si empujara a todos los trabajadores de salud para huir a su casa. Le quedó el reflejo de la lámpara en los ojos, le era incómodo. Walter no aceptaba un "yo estoy bien" por respuesta, luego de aquel golpe en su cabeza. Ignoraba por completo las palabras de su omega que tanto repetía. 

Cuando por fin lo dejaron quieto, salió al pasillo para encontrarse con los ojos plateados de este. Lo abrazó con toda la fuerza que sus brazos le permitieran. Lograron hacer que el aroma mentolado llenara aquel pequeño espacio. Intercambiaron una última mirada para retirarse de la mano. 

—¿Cómo está Gael? 

En el camino a casa, Walter había pedido un taxi. Seguía preocupado de que Amir hubiera empeorado.

—Está muy bien... ¿Seguro no tienes nada?— insistió apretando su mano. El castaño negó con la cabeza. —... Cielo, si sientes algo fuera de lugar, puedes decirme-

—Solo siento que todo está en su lugar— se miró la sortija en su mano libre. 

—¿A qué te refieres?— se miraron.

—Tenemos dos años de casados, cinco de novios y diez de conocernos, ¿cierto?— Walter no respondió. —He estado yendo y viniendo de terapia en terapia por mis ataques de pánico, además de la amnesia— se puso serio.

—Eso es correcto, cielo.

—Mi nombre legal es Amir— Walter se alertó, sabía que si su esposo llegaba hasta ese punto podía ser muy estresante para él mismo. —... Pero mis padres me pusieron Elliot...

—¿Qué más recuerdas?

—Walter... No sé que más responderte, pero sí hay algo que quiero decirte— cruzaron sus miradas una vez más. Amir se veía centrado, calmado incluso. —... Siento que ya estoy bien, ¿sí?... Creo que me ajustaron el tornillo que tenía flojo— se rió con la mano en su lóbulo derecho.

Walter tenía algo en su mirada, estaba brillante y atrayente. Amir lo abrazó con fuerza para besarle la frente.

—¿Recuerdas a tu familia, cierto?— Amir sintió alegría al pensar en esa palabra.

—Te tengo a ti y a mis hermosas Rosa y Lila— respondió para cerrar los ojos.

—No sabes cuánto esperé por este momento— murmuró.

—Te adoro.

—Yo también, cielo.

De resto, con lo ocurrido, Ismael decidió zafar al mejor amigo de su omega de todo el asunto. No podía hacer menos por él, además de que debía contentar a Walter por habérselo llevado a sus espaldas. Apenas pasó un día y ya tenía a los responsables bajo vigilancia y siendo procesados. Además de que confesaron ser los autores de las amenazas al pelirrojo. Cada cosa que decían, solo hacían que la rabia de Ismael aumentara.

Llegar a casa era lo único que ansiaba. Era donde sabía que su amor estaría seguro de toda amenaza. La molestia de las suturas en su espalda por aquella puñalada, se detenían al sentir la lavanda que emanaba Gael que lo esperaba ya con la cena servida a la mesa.

Estaban los dos finalmente en su hogar.

—Recuerdame que tengo que enviarle un regalo a Walter por lo que le pasó a Amir ayer— decía sin quitarle la vista a su plato.

—¿Un regalo?— Gael ladeó la cabeza. —¿Para qué un regalo?

—Para pedir disculpas— lo miró. —. Planeo enviarle un arreglo floral.

—Con lo ocurrido, espero que le compres el jardín botánico— se rió para llevarse un trozo de carne a la boca.

Ismael miró a la nada.

—¿Crees que Walter me mande a fregar por lo ocurrido?— Gael negó con la cabeza.

—Los Vital no son matones, Ismael— respondió con un tono de voz odioso. —. Walter es un pan, no haría nada que alterase a Amir innecesariamente— Ismael asintió. —. Si le vas a dar un regalo, haz algo que pueda disfrutar con Amir— El rubio se sonrojó. —. Ismael Garza más te vale que no hagas lo que estás pensando— lo señaló con el cuchillo. —. ¿Quieres qué te apuñale?

—Qué gracioso eres, pequeño— siguió con su comida.

—Isma, sobre lo pasado con Alec y Jericó...

—Gael, nunca he impuesto reglas en este hogar, pero debo empezar a hacerlo— tomó su vaso. —. Queda terminantemente prohibido hablar sobre ese par que casi incendia a lo más preciado que tengo— Gael suspiró cansado al verlo beber agua.

—Hace un par de meses eran tus mejores amigos— siguió Gael mirando la mesa.

—Hace un par de meses yo vivía hundido en mis problemas paternales— repuso el mayor para dejar su vaso y sostener la mano del pelirrojo. —... Y te lo juro, aún con mi padre vivo buscaba un motivo así— hizo un ademán con los dedos índice y pulgar, indicando algo muy chico. — de chiquito para salir de todos.

—Y aparecí yo— Ismael asintió para besarle la mano.

—Exacto— sonrió.

Gael suspiró.

—¿Vamos a estar tranquilos ahora, no?— Ismael le puso la palma en la mejilla.

—Sí, pequeño... Haré todo a mi alcance para que estemos bien, solo tú y yo— Gael se convenció de lo que dijo.

—Está bien.

—La cena estaba buena— le dio una palmadita en el cachete y se puso de pie.

Gael tardó un par de segundos en darse cuenta de que le había dejado los trastes sucios en la mesa. El chico negó con la cabeza y se le acercó por la espalda.

—¡Ismael!— llamó en un tono fuerte. El nombrado se frenó de golpe y se dio la vuelta, quedando ante el otro. —... Los platos no se van a lavar solos— se cruzó de brazos.

—Ahm, pensé que te tocaba lavarlos— se veía nervioso con una sonrisa.

Gael pudo ver desde allí la pizarra acrílica que había pegado en el muro frente al fregadero, la cuál indicaba las actividades de cada uno. Ese día le tocaba a Ismael lavar los trastes.

—No te vas a escapar— señaló la mesa. —. Los platos son tu labor hoy.

Ismael realmente estaba cansado. No podía ni imaginarse un plan sin que Gael lo supiera, así que actuó por instinto.

Se restregó un poco la cara, para luego mostrarle a Gael el hermoso brillo de esos rubíes. Casi se podía decir que iban a llorar. El muchacho se sonrojó cuando vio que tenía un puchero en los labios. El corazón se le derretía de ternura y cuando escuchó aquel ronroneo, además de oler el dulce chocolate no tuvo más opción que doblegarse ante aquel hombre. Lo abrazó con fuerza. Ismael se quedó impresionado, ¿había descubierto la criptonita de su novio?

—Sí sigues pensando en eso, te haré lavar los platos— el rubio correspondió a su gesto.

—Perdón, Gael.

—¿Sabes qué?— le dio la cara. —... Los platos pueden lavarse mañana— levantó una ceja. —... Te siento estresado, creo qué debería mejor ayudarte a tranquilizarte.

El otro ni respondió, solo lo tomó en brazos y se fueron a su nido.

Negociando con el Corazón || Original - #OmegaverseWhere stories live. Discover now