La manzana de la tentación

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Día 9: Mordida.

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El enfermero guardaba sus insumos en su maletín. Ismael se acomodaba la manga.

—¿Una dosis más, cierto?— preguntó inquieto.

—Sí, debo decirle que después de esta dosis empezará a experimentar cambios repentinos en su ciclo— Ismael estaba atento. —. Puede experimentar un apetito repentino como puede pasar por un desajuste emocional y hormonal, ¿tiene pareja?

—Algo así— Ismael se rascó la nuca. —... ¿Al finalizar puedo intentarlo sin problemas, no?

—Exactamente, señor— se aproximó a la puerta. —. Tenga fe, este si es el bueno— le guiñó el ojo para dejarlo solo.

Ismael caminó a su asiento. 

Era miércoles, Jerald se había reintegrado ayer. Ahora tenía un equipo de trabajo conformado por Eda, Jerald y Gael. A quienes les dio luz verde al trabajo de investigación. Por lo que toda esa semana se la pasarían en distintos departamentos de la empresa. Evaluando de cerca todos los procesos, haciendo entrevistas y tratando de detectar las fallas. La sugerencia sobre poner a Eda en un puesto donde ella pudiera tratar directamente con el personal, fue una excelente decisión. Con sus encantos y feromonas era capaz de lograr el desagrado de algunos, pronto esa semana todos tenían comentarios de lo maravillados que estaban con la nueva directora de recursos humanos. Muchos hacían elogios de su eficaz gestión.

Como sea, para el viernes tenían una reunión los cuatro juntos para finalmente ver todo el panorama. Solo debían terminar de revisar el área de empaquetado ese día.

Gael iba caminando por el pasillo hasta la sala de juntas, se quejaba con Jerald sobre la mala ventilación que había en ese lugar, también que había sido una semana muy matada pero que estaba agradecido de que por fin fuera viernes para disfrutar de ese finde sin problemas. Una puerta se abrió delante de ellos, Alec salía con cara de pocos amigos. Jerald puso a Gael detrás suyo. El albino se veía molesto de verlo, le dieron un empujón para sacarlo al pasillo completamente y guiarlo al ascensor dos trabajadores de seguridad.

Gael no lo perdió de vista.

—¿Todo en orden?— preguntó Eda parada en la puerta.

—Sí— respondió Jerald para entrar a la sala.

—¿Gael?— este no se movió hasta que la puerta del ascensor se cerrara y lo perdiera de vista mientras ascendía. —¿Hola?— Eda se le paró de frente.

—Perdón— el chico jadeó y se puso una mano en la frente. —. Es qué estaba haciendo calor, tenemos que hablar de eso— lo pasó de largo con una mano en el cuello de la camisa. —. Dios... ¡Hace calor!— se abrió la prenda.

—¡Gael!— exclamó Jerald.

El nombrado se quedó en su lugar, Ismael estaba allí en la sala. Miraba interesado al joven, los ojos le brillaban intensamente. Sonrió mostrándole los dientes al pelirrojo, sus colmillos afilados hicieron que Gael abriera los ojos como platos.

—¿Podemos empezar?— preguntó Eda al cerrar la puerta. Notó a Gael con el cuello descubierto y luego a la expresión de Ismael. Jerald estaba preparado para saltarse sobre la mesa en caso de que Ismael fuera a hacer algo. —... ¿Qué pasó?

—Nada— Ismael negó con la cabeza. —. Empecemos, por favor.

Gael se cubrió debido a lo que recién había pasado.

Los dos trataban de estar concentrados en las cosas que debían solucionarse, como mejorar el ambiente en algunas instalaciones. Pero Ismael no dejaba de pasarse la lengua por sus dientes caninos, así como Gael se empezaba a sentir acalorado por su intensa mirada. Pronto la habitación olía a lavanda en su totalidad.

La reunión finalizó con que Ismael le daría los permisos necesarios para reparar y mejorar lo necesario. Al salir de la sala, Ismael y Gael decidieron retirarse temprano del trabajo. Querían volver a tener una tarde agradable como la de la semana pasada. Aunque, el pelirrojo se veía un poco incómodo en el ascensor. Había algo que le atraía de los colmillos de su amigo.

—Oye— su voz lo hizo reaccionar. —, ¿y si vamos a cenar?— sugirió mirándolo de soslayo.

—¿Cómo?

—Te debo una cita, ¿recuerdas?— Gael estaba sonrojado. —El viernes pasado cuando te invité— el menor asintió.

—Ya... ¿Qué tienes en mente?

—Quiero llevarte a un lugar que vi en instagram— sacó su teléfono y le mostró la foto del restaurante. Se veía súper elegante, Gael se sorprendió. —. ¿Qué opinas?

—Demasiado elegante, ¿no quieres hacer otra cosa?— el ascensor se detuvo.

Los dos salieron a la par al estacionamiento. Subieron a la camioneta.

—¿Otra cosa cómo qué?— preguntó Ismael para verse los caninos en el retrovisor.

—¿Qué tienes?— Gael estaba a punto de cerrar su puerta.

—Me pican los colmillos— respondió poniéndose el índice y pulgar sobre estos.

—¿Qué? ¿Es eso posible?— Ismael se encogió de hombros.

—Me pasa cada tanto... Necesito— suspiró para quitarse los dedos de la boca. —... Morder algo.

—¿Y no tienen un juguete para eso o algo?— cerró la puerta finalmente.

—No— Ismael lo imitó. Recordó lo de la reunión y puso una sonrisa. —... ¿Sabes?— tenía ese tono atrayente, empezó a oler a chocolate. —... Esta molestía solo se irá sí— Gael estaba atento, asintió lento. —... Me dejaras morderte.

El pelirrojo soltó una carcajada.

—Toma tu ticket de sigue intentando— le extendió la mano izquierda. Ismael lo veía molesto. Le agarró la muñeca con fuerza. —. ¡Ay! ¡Es qué es demasiado pronto para mí! Dijiste que estaba bien si íbamos con calma— reclamó tratando de safarse.

—Por favor... Esto es insoportable— le suplicó el rubio.

Gael suspiró y levantó la cabeza.

—¿Mi mano sirve?— Ismael asintió. La atrajo un poco más hasta sus labios y antes de hacer algo, Gael le puso una mano en la frente. —. Esa no, soy zurdo— Ismael parpadeó, no lo había notado. —. Eso duele y no sé cuando vaya a estar mejor— le soltó y tomó su mano derecha. —... Hazlo rápido, por favor...— se tapó los ojos.

Ismael miraba a su mano, era más pequeña y fina que la suya. Pálida además, con cicatrices pequeñas. Se sentía suave. Ismael dejó su dorso hacia arriba, la sujetó con delicadeza y la acercó a sus labios. Suspiró y con su aliento provocó a qué Gael se sobresaltara ligeramente. Ismael le besó los dedos y de a poco escaló hasta su muñeca.

Miró por un momento más y pegó un mordisco debajo del meñique. Gael jadeó, se había descubierto los ojos. Le dolía, una lágrima corrió por su mejilla. El cuerpo le ardía.

—Ismael— llamó bajito.

El mayor se detuvo. Se podían ver los agujeros de apenas unos milímetros de diámetro, con un color carmesí que apenas si se derramaba. Su piel estaba enrojecida. Ismael le dio una lamida a aquellas marcas. Miró al chico después, respiraba apresurado.

Con su mano tomó su mejilla y se acercó para besarle la frente ahora. Gael no pudo evitar abrazarlo.

—Gracias— dijo Ismael. El menor estaba aferrado con todas sus ganas al mayor. —... Gael, tenemos que irnos...

Este lo soltó e Ismael tomó rumbo fuera del estacionamiento.

Negociando con el Corazón || Original - #OmegaverseWhere stories live. Discover now