En otra vida

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Día 16: Gruñido alfa.

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El calor se sentía entre los cultivos. Ese verano la cosecha pintaba bien, todo estaba tranquilo en la superficie. Los cachorros de la comunidad de trabajadores alcanzaron esa edad en la que se debían presentar como alfas, omegas o betas para designarles sus labores en la granja.

Un par de omegas, mejores amigos además, estaban por terminar su labor de llevar provisiones a su pequeña redoma donde convivían sus familias con otros trabajadores. Llevaban una carreta arreada por un caballo blanco. El más alto de los dos era el conductor estrella, mientras que el otro estaba mordiendo una paja, con una sombrero amplio para evitar quemarse la cara y los hombros descubiertos. Estaba molesto. Desde su primer celo, varios de los trabajadores de los dueños de la granja lo estaban tratando de una manera que no le hacía sentir cómodo. No entendía el por qué. Sobre todo el capataz, quien era el hijo del dueño de todo el amplio paraíso campirano.

Sintió un codazo por parte de su compañero de cabello liso y café. Venía aquel albino con gafas oscuras y uniforme, era el capataz montando su hermoso caballo negro, junto a aquel citadino que de cuando en vez iba a pasarse unos días para descansar a su siga. El del sombrero desvió la mirada. Haciendo que la solapa de este le cubriera casi por completo. El capataz, que le gustaba joderle la paciencia, decidió hacer de las suyas con los chicos.

—Alto allí, Elliot— el chico tiró de las riendas, el caballo se detuvo. El capataz pasó por un lado del joven con el sombrero, este estaba con los brazos cruzados y ojos cerrados. —... ¿Qué pasó ahora?

—Nada que usted pueda arreglar, capataz— el chico sonaba odioso.

—Tan cortés como siempre, ¿no?— se atrevió a tocarle la mejilla. El joven retrocedió negando con la cabeza. —Deberías mejorar esa actitud, nadie te querrá si sigues siendo tan ácido como un limón.

—Es la idea— respondió con una sonrisa. El albino chasqueó la lengua.

—Eres un tonto.

—Soy un niño, repito lo que veo.

—¡Perdónelo!— pidió Elliot nervioso. —Es que el calor ya le está afectando— dijo entre dientes con tono de regaño hacia su amigo.

—¿Con ese sombrero?— era el otro hombre a caballo.

Llevaba un sombrero y gafas de sol. Había hecho una sonrisa, algo en su voz hizo que el joven testarudo quisiera mirarlo ligeramente por la esquina del ojo justo antes de bajarse la solapa con su mano derecha, mostrando las pequeñas cicatrices que se había hecho hace rato.

—Soy susceptible al calor— siguió.

Sintió al albino respirarle encima, casi que en su cuello. El joven lo empujó, poniendo su mano en su nariz.

—No sabía que olieras tan... Divino— se rió.

—¿Podemos irnos? Empezó a oler a mierda de pronto.

El citadino se sobresaltó, Elliot miró a su compañero como si quiera matarlo, el albino le gruñó. El joven se sobresaltó hasta abrazarse con su amigo. El albino avanzó un poco más en su caballo, mirando lo que tenían en la carreta. Levantó una ceja y miró por última vez al chico altanero.

—Lárguense— ordenó.

—Sí, señor— Elliot tiró de las riendas para reanudar su camino. —. Tenga un buen día señor— dijo este al darle una sonrisa al otro hombre.

El chico del sombrero y este se dieron una última ojeada antes de que tomaran caminos separados. Una extraña sensación los abordó en lo que decidieron voltear a verse por última vez.

Negociando con el Corazón || Original - #OmegaverseWhere stories live. Discover now