Capítulo 13 | Comprendiendo las desgracias.

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Comprendiendo las desgracias. 

Collet.

—¿Por qué simplemente no me dejas por un lado y ya? —Pregunto recostada sobre el hombro de Hanniel, luego de haber terminado de llorar como una niña, y haber follado tantas veces de las que puedo.

No me contesta, y no está dormido, yo sé que no lo está, la punta de sus dedos se pasean por mi espina dorsal, con una delicadeza que me lastima.

—Sabes que no voy a dejarte, hay muchas razones para no hacerlo. —Es lo que responde luego de unos largos minutos en los que mi mirada se pierde en la nada de la oscuridad de su sala.

—¿Muchas razones para no hacerlo? —Siento el sabor de cada palabra repetida— ¿Cómo cuáles razones? Hanniel, te he dejado, acepté que no me querías, que no éramos para estar juntos, pero estás lastimándome como no tienes una idea al volver, no estoy bien... apenas me estoy recuperando.

—No me preguntes cosas de las cuales sabes que no te van a gustar la respuesta.

El estómago se me contrae, se mueven y yo, estoy perdida, solo hacía falta que él viniera para dejarme claro que yo no he mejorado en nada, que solo estaba fingiendo, como siempre lo hago, para sentirme menos miserable de lo que soy.

Yo sé que solo por mis hijos ando de pie, y... lastimosamente, por lo que Hanniel me ofrece.

Él se desconcierta con lo que ocurre, me deja de abrazar y se levanta, dejándome allí, en esa soledad de aquel espacio en el que me pierdo hasta ver que él ya no está.

—¿Por qué ya no has acudido a las sesiones? —Me cuestiona Daria, al frente de mí sentada en su silla, con aire serio y firme.

Yo solo la observo, con el malestar intacto en mi interior, cuestionando el motivo por el cual cada persona que se me acerca, me daña, me traiciona, y me lastiman.

—¿Crees que siga siendo necesario? —El desánimo es lo que reina en mi ahora mismo.

Su reacción luego de mi pregunta es como si le he dicho algo absurdo, la risita burlista me encoge el alma.

—A ver Collet, cuestionemos, analicemos, y saquemos conclusiones en base a tu estado mental ahora mismo, ¿te sientes bien?

—No.

—¿Sientes que es el fin del mundo?

—Lo está siendo, sí, del mío.

Esa respuesta la hace hacer su espalda para atrás, en un acto de sorpresa. Después sigue:

—¿Tu dependencia va en aumento?

Ahora soy yo la que emite esa risita de burla, al mismo tiempo en que el enojo, la impotencia, el rencor, y el odio se apoderan de mí.

—El cinismo partícipe en lo que hacen me está hundiendo, me están jodiendo y me preguntas aún si la dependencia va en aumento —centro mi vista en ella, con mis manos temblando sobre mi regazo—, ¿cómo puedes? —El sollozo deja mi garganta, junto al dolor inmenso que experimento.

—Llorar no te hace bien, no les hace bien... —intenta levantarse y me muerdo el interior de la mejilla para controlarme.

—Tener sexo como lo tuve tampoco, y aún así, lo tuve, con él, con Hanniel. —No le quito la mirada de encima, con un reproche tan exigente en ella— El hombre que menos cuidado tiene para follar, Daria, para follarme a mí, que estoy...

—Vete a tu casa —«cuarto»—, lo hablamos luego, ahora ve y te das un baño.

—¡Y lo sabes!

Hacia la ObsesiónOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz