Capítulo 21 | Cerrando la tapa y alzando el muro.

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Maratón, capítulo 3/3.

Cerrando la tapa y alzando el muro. 

Collet. 

—¿Lista?

—Sí.

—¿Algo más que te haga falta?

—Nada.

—Bien, andando.

Helena me ofrece su brazo para que yo me detenga de ella y comience a caminar, lo miro, pero no lo tomo, pues quiero dejar de tener que depender de alguien para caminar.

Es hoy, cuatro semanas cumplidas desde que desperté, el día en que me dan de alta oficialmente del hospital.

Quisiera decir que estoy plenamente feliz, así como lo estaba cuando me daban salida del psiquiátrico, sin embargo, las cosas desde ese día hasta este, han cambiado mucho, y las circunstancias de aquel momento son muy diferentes a las de ahora, ahora ni una sombra de felicidad se asoma.

Ahora no hay dos niños esperándome en las afueras del establecimiento; ahora no está Zadkiel en un carro emocionándose por mí; ahora no hay ninguna Clara llorando por mí; ahora no hay una esperanza de una mejor vida; ahora solo está la amenaza de una peor.

Comienzo a avanzar y mi tía deja que lo haga, no le pone mucha importancia directa a eso. Ya no tengo bata, ahora ya voy con ropa normal y mía, que es un poco liviana, pero ya es algo cómodo para mí. No quito mis ojos del suelo, ni de mis pies, concentrada en lograr mi objetivo de seguir caminando sin cansarme, sin trabarme y sin arrastrar los pies al sentir que se me duermen.

Tanto tiempo acostada sin moverme un centímetro provocó que el hábito de poder caminar o correr o siquiera mover bien mis manos se me dificultara. Según la enfermera, mientras estuve en coma, no dejaron de estimular y de mover mis extremidades aunque yo no despertara, para poder lograr que la masa muscular no se perdiera de un todo. Pero de igual manera, debo tomar sesiones de fisioterapia para aumentar agilidad y seguridad en hacerlo.

El golpe en mi cabeza, las heridas, y la cirugía, han hecho también que se me dificulte poder moverme por sí sola, pero dicen, que he tenido suerte, ya que todo en la operación salió bien, y puedo regresar a ser la misma de antes.

No puedo evitar resoplar.

Que tuve suerte dicen. No, la suerte nunca está de mi lado.

Logro llegar a lo que es la sala de espera, pues aún nos tienen que venir a dar información y algunos medicamentos. Veo las sillas, me acerco a ellas sentándome sin pensarlo, no obstante, el movimiento de querer agacharme para sentarme, no la aguantan mis piernas y desfallecen, casi me caigo, pero Helena me toma con rapidez evitando que lo haga.

Me ayuda a sentarme. Y tan solo eso, hace que una sensación de fuego recorra todo mi cuerpo, acumulándose en mi pecho, en mi garganta, y en los ojos; las lágrimas se me acumulan, con tanta rapidez me siento fatal y tan miserable, porque ahora no puedo ni sentarme sola. Me han jodido tanto, esta vez, lo han hecho de manera que ya no voy a poder salir de donde estoy, y duele mucho, me arde mucho, me entristece mucho.

No quiero ser la persona que estoy siendo ahora, no quiero tener que serlo a fuerza, y no quiero tener que sentirme tan mal por el resto de lo que pueda seguir existiendo, porque aunque con terapias mis piernas pueden llegar a tomar fuerza, estas no serán como las de antes, yo no volveré a ser la de antes, y yo amaba a la Collet de antes, yo vivía feliz con la Collet de antes.

—Tranquila Collet —Helena sentada a mi lado coloca su mano en mi rodilla—, verás que pronto vas a recuperar las fuerzas.

¿Y mi Collet de antes, cuándo volverá?

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