Por mí

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Por mí. 


Febrero 27 del 2020.

«Cuarenta ovejas has contado, y son dos mil veinte pasos efectuados.»

El alrededor de tu estancia muchas veces no es lo que esperas, incluso resulta más torturador que nunca al saber que has dejado cosas inconclusas, que has dejado a tus hijos. Escuchas sus voces, pero no dirigidas directamente a ti, pues ellos han sido muy pequeños y no entienden lo que ocurre, y eso, también te tortura.

Te sorprendes de todas las personas que se han levantado y alzado la voz en tu nombre, te sorprendes de todas aquellas personas que se hacían llamar cercanas que nunca estuvieron para ti cuando lo necesitaste, pero que ahora si llegan a visitarte a esa camilla en el hospital cada que hay citas de visitas permitidas.

Riley llega a verte tantas veces como puede, llorando a tus pies, pidiéndote perdón de todo lo que te paso y ella pudo hacer más, o eso creía, pues si Cristóbal no te hubiese abandonado, probablemente todo hubiera sido diferente.

Pero... y si Cristóbal te abandono mientras Harold te golpeaba y te arrastraba, ¿cómo terminaste en este lugar?

Hanniel.

Una vez más Hanniel fue a por ti, en busca de ti, volviéndote a internar en una de los mejores hospitales de Montana, pero sin decir la verdad.

Hay tantas razones para tener que despertar, y, aún con los ojos cerrados escuchas aquella voz que tanto habías anhelado volver a escuchar, aunque probablemente sean los sueños que siempre tienes en tu estado. Sin embargo, se escucha tan, pero tan real, que fue eso, lo que te hizo abrir los ojos, sobresaltada y demasiado perdida, con los aparatos de oxígeno en tu nariz y boca, con agujas incrustadas en tus venas, y muchas más cosas que alertaron a esas otras personas que estaban en la sala.

Viste a tu padre caer de rodillas al lado de tu camilla, y viste a Helena y Clara llorar con tanta abundancia que sentiste raro, aún más raro de lo que era el despertar de un coma de cuatro semanas.

Y despertaste, a diferencia de tu madre, tú si despertaste de ese coma.

Tú si despertaste.

Tú sí lo hiciste.

Así que dime, ¿por quién lo hiciste?

Yo lo estoy haciendo por mí, y nada más que por mí, porque lo necesito. Porque es como perseguir un sueño, como perseguir una meta, como perseguir la puerta a la paz que necesito.


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Marzo 5 del 2020.

Una semana después, y ya puedes levantarte con ayuda de las enfermeras. Helena a tu lado te sonríe, y te ayuda a asomarte a la ventana de la habitación de hospital, nada más para que tomes el aire y la claridad poco a poco del día, pues eso te hará bien.

No tienes aún diagnóstico de poder salir del hospital, pero el que ya puedas pararte y quedarte unos pocos minutos de pie, es algo que tiene buen camino.

—Gracias —le dices a tu tía, quien te suelta para que solo te agarres del porta sueros que tienes junto a ti.

—Iré a traer nuevas calcetas para ti al carro, vuelvo en unos minutos —te aviso, sabiendo que cuando volviese, ya iba a ser el tiempo exacto para que ya quisieras volver a la camilla.

—Está bien —dijiste, sin ninguna expresión en tu rostro.

Tus ojos se quedaron fijos sobre el cielo despejándose de a poco con la puesta del sol, que forma unos colores tan bonitos. No te movías, y pasaste un buen rato en la misma posición, hasta que escuchaste el abrir y cerrar de la puerta con sutileza y un parecer de cuidado, pero no captaste esos últimos detalles del todo.

—¿Tan rápido has vuelto? —te atreviste a preguntarle a Helena, ya que, te disgustaba no tener un poco más de tiempo para ti sola.

No escuchaste respuesta alguna de parte de ella, sin embargo, sentías que alguien más estaba dentro del cuarto. Arrugaste tus cejas, obligada a dejar de ver el cielo atardeciendo, para poder, con cuidado, darte la vuelta y ver quien había entrado en la habitación.

El golpe que habías sufrido en tu cabeza no fue un golpe que te hiciera perder la memoria, o al menos no todo antes de que fueras agredida, así que sí recordabas tus mejores momentos, recordabas a todos tus allegados, recordabas todos tus secretos, recordabas perfectamente porque es que te seguían, y por sobre todo, recuerdas a las personas que más amaste, por lo que, con tu mano aferrada al porta sueros, te quedaste estática al notar a aquella persona delante de la puerta cerrada de la habitación.

No sabias que hacer, por un momento creíste que de nuevo sería tu imaginación, que ya alucinabas despierta, pero...

—Hey... Collet, hermosa —su voz te confirmó que no era una alucinación, o si quizás lo era, parecía demasiado realista.

Formó una apenada sonrisa. Todavía en shock, lo escudriñaste, lo viste con atención, te centraste en sus ojos, y ese color gris que solía ser más obscuros que los de Hanniel, te provocaron la aceleración de tu corazón con un inmenso sentimiento que iba a salir ya.

No sabías cómo reaccionar, es que, ¿quién lo sabría?

—Dime algo, por favor...

—Logan. —Eso sonó más como un reproche, que como una reacción de sorpresa— Logan.

Es entonces, cuando te derrumbaste llorando como jamás lo habías hecho. Sentiste que caías en picada y te agarraste fuerte del porta sueros, pero eso no evito que caminaras de espalda por pura inercia hacia aquella ventana, y mientras tu mano tapaba tu boca que soltaba todo tipo de sollozos, chocaste con el límite de las rejas, y te deslizaste por ellas cayendo de cuclillas al suelo, tapándote la cara y llorando con más fuerza.

Era Logan.

Lo era, pero... ¿cómo saber si era cierto?




Publicado el 17/02/2022



Acá sus opiniones. 


Hasta una próxima vez, con amor, 

Nara. 

Hacia la ObsesiónWhere stories live. Discover now