12.- ¿Le digo o no le digo?

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No está mal cocinar

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No está mal cocinar. Me gusta, de hecho. Y creo que no se me da tan mal. Se me da muchísimo mejor cuando estoy acá, en Inglaterra, claro. Acá como que... no sé, acá me siento inspirado de todo, en todo, para todo. Mi corazón lo siento más inglés que coreano, aunque no más de una cuarta parte de mis genes sean británicos. ¿Será por influencias de mi abuela? Puede que sí lo sea. El amor que ella tenía por estas tierras, Brighton, específicamente, era contagioso.

Claramente me contagié también.

¿En qué estaba yo? Ah, sí. Limpiando el auto de TaeSun. Dejé el English Trifle que vomité hace unos días haciéndose en la cocina. En Brighton esto se puede hacer con algo más de calma. Ya sabes, eso de cocinar pasteles vomitados y lavar autos en el antejardín. Acá tenemos antejardines que sí merecen llamarse así y, lo más importante: tenemos aceras. Porque aquí se preocupan por el bienestar del peatón. En cambio, ¿qué hay en Seúl? El 80% de toda la ciudad no es más que calle; calle que bajo ninguna circunstancia está pensada para que la gente camine sin temer por su vida. Calles en donde, en cualquier momento, te puede pasar un auto o una moto encima, porque aunque haya una veredita fuera de alguna avenida principal, no falta el motociclista imprudente que de todas maneras se te atraviesa en el camino.

¿Pero en qué estaba yo? Ah, lavando el auto. Viktor está un poco más allá, charlando con Danielle, y compartiendo un cigarrillo a escondidas. No sabe que me acosté con ella la semana pasada. No sabe muchas cosas que yo sí. De partida, ni siquiera sabe besar. ¿O habrá aprendido ya? Quizá sí. Quizá no. Quién sabe.

No me importa.

—¿TaeMin? —Mamá me llama desde el interior de la casa. Me estrujo las manos en la polera y observo mi reflejo en uno de los espejos laterales del vehículo. Tengo otro molesto grano en la cara, justo en el mentón. Pero papá dice que es normal, que a los quince él también tenía acné y que ya se irá a pasar.

Apuro el paso donde mi madre. Entro a casa y me cruzo de brazos, alzando ambas cejas. Ella me sonríe y me extiende una bolsa de color negro.

—¿Puedes ir a la tienda por un kilo de garaetteok? Papá quiere comer tteokbokki. —Yo la miro extrañado, pero ella no parece notarlo—. Trae cuatro botellas de soju también, ¿te parece?

—Mamá, en la tienda de acá no venden nada coreano —le digo, todavía más confundido. Pero ella no parece escucharme.

—Ten el dinero, sé bueno y no tardes, corazón, ¿sí?

Yo bufo y recibo la bolsa sin demasiadas réplicas. La verdad es que me apesta que me pidan que vaya a comprar, pero como estoy en Inglaterra, lo aguanto un poco más. Lo que no entiendo es cómo voy a conseguir esas cosas que me pidió. Ni siquiera me van a vender alcohol. Tengo quince, ¿se le olvidó eso, acaso?

Salgo de casa. No sé en qué momento anocheció. Está muy oscuro y me parece extraño que de pronto el paisaje haya cambiado. Pero Inglaterra es increíble y simplemente recibo el paisaje que tenga para sorprenderme. Yo lo disfruto.

〈 La Habitación Blanca 〉Where stories live. Discover now