VIII

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Luego de un rato, soltó un fuerte chillido, su entrepierna estaba chorreando.

—Hay que hacerlo de pie...— Me sugirió Mel al oído mientras sus manos tomaban mi cintura y bajaban a la cremallera de mi pantalón.

—Hazlo...—Susurré a su oído.

Aquella acción provocó que mi miembro tuviera una gran erección.

—Es tan delicioso...—se puso de espaldas y con una seña me acerqué hacia ella—hazlo ahora...

Comencé a embestirla suavemente.

Unas horas después, en la cama de la cueva.

La lluvia arreciaba de forma misteriosa.

— ¡Esa ha sido la primera vez más romántica que he vivido! —Exclamó Melanie con una sonrisa mientras se acurrucaba en mi pecho.

—Me da gusto saber que la pasaste bien, cuando quieras podemos repetirlo...—Besé su frente.

—Si después de cada enfado fuésemos así...—Suspiró.

Solté una risita.

De pronto, a lo lejos, escuchamos...

—¿Disparos? —Le pregunté.

—Han de ser los de la fiesta del pueblo...—Pensaba Melanie.

— ¡Los de la fiesta del pueblo no tienen ballestas y pistolas!

Tomé mi ropa, me vestí rápidamente y corrí a toda velocidad hacia la zona donde se escuchaban los disparos de ballestas y pistolas.

— ¿Qué demonios está pasando aquí! —Exclamé mientras veía la escuela en llamas.

—Esos no eran fuegos artificiales...—Murmuró Melanie, quien estaba asustada.

—Sígueme, tenemos que salvar a varias personas...

Ambos corrimos a cuatro patas hasta llegar a la escuela donde yacían los restos de varias personas.

—¿Qué fue lo que pasó? —Le pregunté a un licántropo malherido.

—Cazadores...—Murmuró antes de fallecer.

Escuché los llantos de Jessica encerrada en el baño mientras una mujer intentaba romper la puerta.

Saqué mis garras y colmillos y me lancé sobre ella.

—¡Déjala en paz! —Exclamé mientras devoraba su cadáver.

Busqué a los cazadores restantes y los devoramos.

—Qué raro, nunca había visto tantos cazadores, interroguemos a uno. —Le informé a Melanie.

Subimos las escaleras e interrogamos a un profesor que en realidad era cazador.

—¿Qué están haciendo aquí? —le pregunté mientras lo tomaba del cuello—, ¿Quién los envía!

— ¡Púdrete! —Me escupió en la cara.

Lo sometí con mi pie en el suelo.

— ¡Ultima oportunidad! —Pisé con más fuerza su cuello.

—Nos contrató esa perra escurridiza, nos obliga a todos, pero la mayoría solo están porque ella accede a yacer con todos en la cama...

—Lilyan...—Murmuré mientras cortaba su cuello.

Salté hacia el patio y abrí la puerta del baño de chicas.

—Ya estás a salvo, Jessica...—Le prometí con una sonrisa envuelta en llanto.

Una gran historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora