XXXI.

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—¡Te elimino de la existencia! —Exclamé con voz potente mientras se retorcía del dolor, como yo lo había hecho una vez.

— ¡Brian, no lo hagas, no caigas en lo que yo caí, si lo haces, por un momento te sentirás bien, pero algo dentro de ti se corrompe! —Me pidió Lilyan llena de miedo.

De pronto, sentí aquella punzada en mis garras. Intenté luchar contra ellas, y así lo hice.

Volví a clavar mis garras en el estómago y caí al suelo.

—Busca a Melanie, yo terminaré con la vida de Sergio, no tardes...—Le pedí con dificultad a Lilyan.

Asintió con la mirada. La tomé del pie antes de irse.

—Gracias, por salvarme...—Comencé a llorar.

Me arrastré sobre el pasto y lo alcancé.

Clavé mis garras en el corazón de Sergio, acabando así con su vida.

—Muere, sabiendo que, gracias a todos ustedes, soy alguien mejor...—Su vida se apagó fugazmente.

Gatee hasta llegar a los árboles moribundos.

—No..., no se vayan, devuélvanle la vida, lo ruego...—Mis lágrimas arrepentidas cayeron sobre los árboles.

De pronto, a lo lejos escuché la voz de Jessica cantando una canción que me hacía llorar al escucharla, Tears in Heaven de Eric Clapton.

—Would it be the same? —Preguntó angelicalmente Jessica. —If I saw you in heaven...

—I must be strong...—Rompí en llanto—and carry on, 'Cause I know, I don't belong, here in heaven...

Las lágrimas cayeron por mis ojos sin parar.

—Esas heridas, van a sanar, pero hoy me siento más feliz, debido a que es mi último día aquí, para poderte ver en los sueños, ahora me borrarán la memoria y...

Al escuchar esas palabras se rompió mi corazón.

—Y estaré solo...—Su espíritu se acercó a mi y me abrazó mientras lloraba en su regazo.

—Mi espíritu siempre está contigo, en todas las cosas que tienes de mí, la guitarra, en todos ellos están guardados los recuerdos, pero yo cambiaré de plano existencial...—Me sonrió dulcemente.

—Te amo tanto, dulce lobita...—Se me hizo un nudo en la garganta.

Mientras más acariciaba mi cabeza, mejor me iba sintiendo, como si sus manos tuvieran una magia curativa.

Luego de unos instantes desapareció por completo con un beso sobre mis mejillas.

—¿Estás bien, Brian? —Me preguntó Lilyan mientras me abrazaba.

—Siento como si un toro enorme me hubiera embestido por detrás... —Le respondí con una sonrisa.

—Parece que fue el segundo, luego de la sorpresa que me comentó Edgar...—Me confesó mientras me tomaba del brazo y me levantaba del suelo.

Nos reímos juntos.

—¿Enserio no pudo esperar un poquito?, por cierto, ¿me puedes tronar la espaldinha? —Bromee con ella

Lilyan sonrió y me tronó la espalda.

—Gracias, por el buen masaje, y siento andar con Edgar...—Le confesé.

—No estás atado a mí, ni a nadie, debes entenderlo, Brian, tu eres libre de hacer lo que quieras. —Me explicó con una sonrisa.

De pronto, apareció Eve por el campo.

Una gran historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora