XXXV

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Salimos un rato a estirar las piernas y observé a Edgar de pie, mirando al horizonte.

Le hice una seña de saludo, pero no alcanzó a verla.

—¿Qué es lo que vas a hacer, papá? —Me preguntó Eve.

Corrí por una hoja de papel y le escribí una nota.

"Hola, ¿Cómo estás?, ¿me recuerdas?, sino es así, ven conmigo, mañana habrá un baile y quisiera verte... si puedes, claro, eres un chico muy lindo y no me imagino mejor pareja para bailar..."

Emití un silbido y llamé a un pájaro.

Le entregué la carta.

—Llévasela a Edgar, por favor. —Acaricié al ave, la cual respondió con un canto alegre.

Solté un suspiro.

Fuimos a caminar por las calles, observando todas las decoraciones.

— ¡Qué hermoso es este lugar, sin duda! —Exclamó aquella chica.

—¿De dónde vienes? —Le pregunté.

—Vengo de Brasil, pero se hablar muy bien varios idiomas, por cierto, mi nombre es Aimar. —Me respondió mientras cargaba a Eve en brazos.

Bostezó dulcemente. Solté una risita.

—Que linda es cuando duerme. —Comentó Aimar.

—Es el amor de mi vida, daría cualquier cosa por ella sin dudarlo.

Volvimos a casa después de comprar algunos ingredientes extra.

—Dulces sueños, piratilla...—Besé su frente mientras la acostaba en la cama.

Me quedé profundamente dormido mientras escuchaba una especie de melodía en mi oído. Caí en un profundo sueño.

En el sueño:

Desperté súbitamente en el fondo del mar

—¿Qué es lo que hago aquí? —Pregunté.

—Edgar ha encontrado la respuesta...—Me explicó con alegría.

—A Edgar hoy lo maldijeron, pero sus padres usaron un hechizo y lo liberaron...

Sus palabras me hicieron pensar.

—¿Puedes replicarlo? —Le pregunté a Molly envuelto en lágrimas.

—Por supuesto, solo necesito tiempo, acaba con Astrid y te ayudaré, lo prometo. —Me sonrió.

Accedí.

—Gracias por estar conmigo, Molly. —Nos despedimos.

—Gracias a ti, por nunca rendirte, se que te sientes muy triste por Edgar, solo debes ser paciente, haz que se vuelva a enamorar de ti, y será mejor que la primera vez. —Me consoló con una sonrisa.

Fuera de sueño, a la mañana siguiente.

Desperté temprano y empezamos la jornada ayudándole a hacer pasteles y haciendo entregas a domicilio.

—Lo que hoy vamos a hacer es entregar a las casas directamente, como método para vender nuestros pasteles más rápido.

Observé los pedidos y accedí a ayudarla.

—Que tengas buen día, ¿nos veremos a la hora del almuerzo? —Me preguntó dulcemente.

—Por supuesto, nos veremos ahí. —Le sonreí y tomé las cajas que ya había preparado desde temprano.

Caminé por las calles, disfrutando de aquellos exquisitos sabores, como las salsas picantes y varios alimentos que se estaban preparando al momento.

Me sentía cabizbajo, pero escuché unos gritos los cuales me avisaron de un peligro inminente fuera de las murallas.

Una gran historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora