XXV

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—Debe ser una puta broma...—Mi rostro se tornó serio al escuchar la ubicación.

—¿Qué sucede? —Preguntó con curiosidad.

Unas lágrimas cayeron por mi rostro.

—Raven's Hill es mi hogar y tengo tantos recuerdos de ese bello lugar... —Respondí con un nudo en la garganta y lleno de melancolía.

Lilyan me dio un abrazo al cual correspondí con una sonrisa.

—Cuando termine todo esto deberíamos crear bonitos recuerdos con tu hija...—Me comentó Lilyan.

—Y quiero que estes con nosotros porque así aumentará la diversión. —Nos dimos un apretón de brazos.

Su rostro se entristeció al verme.

—Entiendo...—me estiré un poco—, ¡cantemos, lobos de mar!

Uno de los marinos comenzó a cantar una saloma que me divertía escuchar, su nombre era Drunken Sailor.

A la mañana siguiente.

Navegamos por horas y en nuestro paso por las aguas cercanas a España, encontramos una ballena.

—¡Cacemos a una ballena! —Exclamé mientras todos cantaban a coro la canción de Wellerman.

Bajamos los botes, sin embargo, observamos un barco de esclavos en la lejanía que se acercaba rápidamente.

— ¡Volvemos a la nave, hay que salvar a varias personas! —Les ordené.

Escalé el barco con un salto, di una voltereta en el aire y caí en la cubierta del barco, imitando un aterrizaje de superhéroe.

Me había lastimado...

— ¡Carajo, mi espalda...! —miré a Lilyan y a Eve quienes se reían—, ya saben, niños y adultos, no intenten esto, la espalda te lo agradecerá.

Intenté incorporarme con algo de dolor persistente.

—¿Qué sucede? —Me preguntaron.

— ¡A toda vela, vamos a abordar un barco! —Les ordené mientras mi timonel giraba en paralelo hacia ellos.

Le pedí a todos que siguieran mis instrucciones cuando diera la señal. Bajé al camarote a prepararme.

—¿Quieres que te la truene antes de esto? —Me preguntó Lilyan mientras cerraba la puerta.

—Depende que cosa me quieras tronar...—Bromee con ella.

Ambos nos reímos mientras me tronaba la espalda y volvía a sentirme bien.

—La próxima vez, recuerda tener cuidado, que te voy a cobrar por andar de chistosito. —Nos reímos al unísono.

Me coloqué la ropa de capitán y salí del camarote. Aquel barco se detuvo a nuestro lado.

— ¡Buenas tardes, capitán! —Exclamó aquel hombre.

—¿Qué es lo que vienes a ofrecer? —Le pregunté mientras uno de los tripulantes colocaba una tabla

—Tengo un trato que nos podría beneficiar a los dos y se que les va a encantar.

Lo miré con seriedad mientras cruzaba a nuestro barco.

—Cuéntame...—Le respondí.

—Tengo en la bodega cientos de sirenas, las cazamos gracias a un estúpido marinero el cual las intentaba esconder, ¿Cuánto me das por ellas? —Me explicó mientras oía el lamento de varias mujeres y un hombre intentando liberarse.

Una gran historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora