XIX

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Ambos nos transformamos y cedimos nuestro poder al hechizo.

Poco a poco, Eve volvía a su forma original, descendiendo a la silla.

— ¡Lo logramos...! —Exclamé sin fuerza y caí rendido al suelo.

Unas horas después...

Desperté en la cama, confundido y débil.

Todo el cuerpo me dolía, pero sentía felicidad, lo...había logrado.

Detrás de la puerta oí el llanto de una bebé recién nacida.

—Ya te despertamos, lobito. —Decía la voz de Lilyan.

Su voz estaba llena de gozo.

Ambas aparecieron como un destello de luz en toda mi oscuridad.

— ¡Saluda a papá! —Le decía Lilyan a la criatura en su regazo.

Era la pequeña Eve llorando.

No pude contener mis lágrimas de alegría al verla y acunarla en mis brazos.

—Eres la niña más hermosa que he conocido...—Su llanto se volvió risa al rascar su vientre.

Luego de un rato conviviendo con Eve, Lilyan me sugirió que la dejara descansar.

—Espera, Lilyan...—Se estaba llevando a Eve en brazos.

Al oír mi voz, volvió a acercarse.

—¿Va todo bien? —Me preguntó con una sonrisa.

—¿Por qué no colocamos la cuna aquí? —le respondí tímidamente—, la verdad es que tengo miedo a la soledad.

Lilyan salió un momento y regresó con la cuna levitando en el aire.

—Aprendiste nuevos hechizos...—Le guiñé un ojo.

— ¡Tu casa es una biblioteca llena de conocimientos, deberías leer un poco todos los libros! —Exclamó alegremente.

—Debería hacerlo, pero es un castillo, además mi hogar es la gente. —Le respondí.

Sentía tanta humildad.

Colocamos la cuna a un lado de la cama y nos quedamos profundamente dormidos.

Un sueño tan lindo, se volvió una pesadilla...

En la pesadilla.

Me levanté de forma abrupta en un pasillo muy grande.

—¿Dónde estoy? —Pregunté en voz alta.

— ¡Lobito!, ¡lobito!

A lo lejos se dibujó la figura de Jessica.

— ¡Ya voy, espera! —Grité con fuerza.

Intenté seguirla, pero mientras más corría, más extenso se hacía el pasillo.

Las fuerzas me iban abandonando.

De pronto, la figura de Jessica cruzó una puerta. Acto seguido me metí dentro de ella y aparecí en el...

— ¿El campo de juncos...? —Le pregunté a la figura que

—Tu no deberías estar aquí...

Volteó a verme.

—¿A que te refieres? —La interrogué.

Estaba confundido.

— ¡Mereces un castigo por haberme dejado morir! —Decía aquella voz, haciéndome llorar.

Una gran historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora