46| No te vayas.

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46| No te vayas

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46| No te vayas.


Me quedo hecha un cuerpo inerte apenas me doy cuenta de que realmente es él.

Había visto fotos antes, Rose me las había mostrado por precaución seis meses antes del viaje cuando Damian apenas estaba entrando a nuestras vidas. Alto, robusto, con una barba descuidada de varios días, ropa desarreglada, pintas de borracho y los mismos ojos grises que su hijo.

Er exactamente como lo recordaba, y como lo veo ahora.

—¡Abran la puerta! ¡Abran la puta puerta, sé que están ahí! —golpea con fuerza como si quisiera derribarla de una vez. Todavía no se da cuenta de nuestra presencia porque tanto Damian como yo permanecemos inmóviles, indetectables en nuestro sitio. —¡Yo ssee que el bastarrrdo de mi hijo está ahí metiiido!

Desde la distancia huelo el alcohol de sus entrañas, aunque no creo que el aroma sea necesario para darse cuenta que se encuentra alcoholizado.

—¡Los voy a mataaarr a todos si no salen de ahííí! —continúa insistiendo, no creo que la puerta de mi apartamento dure mucho. Inevitablemente saco mi celular y miro la hora, son las 10:15, los Berlusconi deberían haber llegado hace media hora para la cena y temo que también se encuentren ahí.

Al tener conexión a internet también comienzan a llegarme los mensajes de Rose, específicamente las llamadas perdidas y uno enviado hace prácticamente siete minutos donde dice: No vengan al apartamento, apareció Paul.

—Voy a llamar a la policía —manifiesto en un tono de voz lo suficientemente bajo como para que solo el oji-gris lo escuche. Asiente todavía aturdido y cuando sus ojos se cruzan con los míos percibo la ira, la confusión e incluso el miedo incrustado en ellos. Pienso cual sería la mejor forma de solucionar esto, y creo que llamar a la policía y llevarme a Damian lo más lejos de aquí es la opción correcta.

No obstante, cuando el rington del móvil suena, todos mis planes se van al garete.

Los ojos rojos y distorsionados de Paul Eubergh caen directamente en nuestras siluetas. Se percata de ahí en frente de él se encuentra su hijo y arremete contra él.

¡Pedazzzo de escoria, te estaba bussscando a ti! —se abalanza en menos de un milisegundo, Damian se me adelanta para evitar que el golpe de su puño impacte en mi cuerpo y me cubre con el suyo como si este fuera un caparazón, de esa forma el golpe termina impactando contra sus costillas.

—Ni se te ocurra acercarte —le espeta con la cabeza fría —No queremos problema, así que vete por las buenas.

—¡Tú no me dices qué hacer, maldito bastarde miserable! —levanta el dedo acusándolo, le intenta dar otro golpe, pero falla —¡Quiero mi dinero! ¡Por tu culpa terminé en la cárcel! ¡Deberían haberte agarrado a ti y que te pudrieras en ese celda!—Me echa una mirada con desprecio y escupe cerca de mi cara.

Cuando nos convirtamos en estrellasWhere stories live. Discover now