8| Derecho a ser idiota

875 81 13
                                    


8| Derecho a ser idiota

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

8| Derecho a ser idiota


Me cuesta recordar la última vez que tomé una decisión que representara tanta importancia en mi vida.

Mañana me mudaré a la ciudad de Siena. Solo faltan menos de veinticuatro horas para hacerlo, y mi preocupación, mi mayor preocupación en este momento es:

—¿Me veo gorda con este vestido?

Giro mi cuerpo y quedo de cara a Elena que se encarga de doblar mi ropa para guardarla en la maleta.

Mi mejor amiga levanta la vista quitándole atención al saco de gamuza rojo que bien sabe es suyo y aun así lo estoy guardando para llevármelo, y mira en mi dirección.

—¿Algún chico lindo al que quieras impresionar?—curiosea.

—Claro que no.

—Pues mi radar de chico sexy cerca está encendido.

—No creo que solo tu radar esté encendido. —afirmo, lo que hace que gane una muy mala mirada por parte suya.

Sigo probando y descartando ropa para terminar con la maleta.

—Me hubiera encantado que los Berlusconi hubiesen pedido dos chicas para cuidar a sus hijos, todo sería más fácil y yo no estaría obligada a viajar con un desconocido —comento después.

—Creí que la idea la habías sido tú.

—Y así fue.

Me miro otra vez al espejo, no me veo como una persona loca, pero estoy segura que lo soy. ¿Viajar con un chico al que conocí hace menos de siete días? ¿Llevar a cabo una mentira que podría traerme serios problemas? No sé en que estaba pensando cuando dije «sí, es una estupenda idea» Pero ahora ya es tarde para arrepentimientos y mi parte menos racional no tiene espacio para echarse hacia atrás.

—No parece un mal chico —intenta consolarme —. Al menos me cae mejor que Fredd.

—Lo conociste hace menos de media hora —replico.

—Cualquiera puede caerme mejor que Trent, y hablando de ese imbécil ¿cuándo piensas enfrentarlo? No creo que quieras encontrarte con esa cara pecosa mañana en el aeropuerto—cuestiona.

Guarda el último sweater de invierno e inicia con las remeras, de mientras sigo con mi trabajo de escoger pantalones y medias.

—No vendrá, no contesto sus llamadas desde el lunes, la ley del hielo es el nuevo «lárgate de mi vista» de estos tiempos.

—Esas neuronas no razonan nuevas modas—advierte.

Pero antes de que pueda replicar nada, la puerta de mi habitación se abre y Rose se asoma.

Cuando nos convirtamos en estrellasWhere stories live. Discover now