16| Grano de arroz en el zapato.

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16| Grano de arroz en el zapato

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16| Grano de arroz en el zapato. 


Damian se encarga de detener el coche y estacionarlo en el primer aparcamiento libre que encuentra, miro hacia el cielo y tomo la chaqueta del asiento trasero, de un momento a otro, se volvió tan gris que sus nubes parecen anunciar tormenta. No doy más de las ansias y los nervios, cuando bajamos del coche y mi mirada empieza a buscar los nombres de la calle y leer las direcciones, empiezo a sentir ganas de vomitar.

—1012 de la calle Génova —relee en voz alta la dirección que dice la carta y que llevo en mis manos. —No debemos estar muy lejos.

Comenzamos a caminar. Candeli resulta ser más bonita de lo que creí, cerca de un río que rodea en todo su diámetro a la ciudad y pisos de piedra que le da un aire medieval y viejo, las casas son blancas, en su mayoría no destaca otro color que el marfil y el crema. Pasamos por una escuela, una biblioteca de piedra hasta que finalmente llegamos al extremo mas alejado de la calle Genova.

—¿Es aquí? —pregunta Damian, confundido.

No lo comprendo.

Miro otra vez la dirección, esperando encontrar algún numero incorrecto.

—1012—repito los dígitos que veo frente a lo que parece ser una iglesia. Una con paredes despintadas y los árboles con hojas secas. —No es lo que imaginaba, pero ya estamos aquí, así que entraremos.

Soy la primera en cruzar el portal de rejas grises y pone un pie sobre las escaleras de mármol y tierra. No somos capaces de dar un segundo paso dentro de la iglesia, cuando una señora, vestida de un manto negro y un dije religioso colgado de su cuello nos intercepta.

—Cosa viene loro offerto? «¿Qué se les ofrece?» —pregunta.

Trago saliva, juego con los botoncitos de mi chaqueta y Damian contesta por mi.

—Stiamo cercando una referenza «Buscamos a un referente»

—Sono io a capo «Soy la encargada»

El oji-gris me lanza una mirada para que yo prosiga con la conversación.

—¿Hay alguien que hable inglés en la ciudad? —le pregunto. Ella, que no parece ser una persona muy sociable, rechista algo por lo bajo y desaparece del lugar, nos quedamos solo por lo que parece una eternidad, rodeados de azulejos bíblicos y vela satas hasta que otra mujer, más anciana que la encargada, nos invita a subir unas escaleras.

—Soy la madre Clara —nos saluda —Vivo en el convento de al lado junto con la hermana Denisse, disculpen si ha sido un poco grosera, pero la ultima vez que tuvimos visitas, vandalizaron el lugar y arruinaron los azulejos —explica, subimos los escalones que restan tras ella hasta llega a una oficina pequeña.

Cuando nos convirtamos en estrellasWhere stories live. Discover now