29| Fogata de colores.

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29| Fogata de colores

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29| Fogata de colores. 


Dejo sobre la mesa del comedor un pastel de chocolate decorado con nueces y confeti comestible al tiempo de que me enorgullezco de mi creación. Las cosas van saliendo bien a pesar de las prisas y la improvisación, ideamos un plan sumamente detallado para que Luigi no saliera de su habitación por el resto de la tarde y afortunadamente funcionó, porque el reloj ya marca las ocho y media, estamos a poco de terminar con los arreglos que faltan y él todavía no sospecha nada.

Pincho el pastel con unas velas recién compradas cuando Damian entra a la cocina sonriendo.

—¿Qué pasa?

—Te vas a caer de culo cuando veas lo genial que quedó todo. —asegura, la sonrisa se le ensancha.

—¿Luigi ya puede ir a verlo?

Asiente sin perder el tiempo.

—Ya les dije a Lydia y a Chiara que vayan a buscarlo. Solo falta dejar el pastel en la mesa.

—Pues entonces llevémoslo.

Da un paso adelante para ayudarme a cargarlo y, con el pie abre la puerta de la cocina para salir al patio.

Me guía por el piso de teka y cruzamos algunos arbustos decorado con luces y florecillas. En el centro del jardín ha colocado la fogata, colchonetas, y lo que parecen tarros de cristal con velas distribuidas estratégicamente que brindan una tenue luz amarillenta al espacio. Además, también colocó una mesa de comida decorada con un mantel amarillo y otra con obsequios que Lydia y Chiara se encargaron de ir a comprar.

Todo quedó muy prolijo, bonito y rústico a la vez. Me sorprende cuanto se ha esforzado para que quede bien.

—Le va a encantar.

—Y todavía le tengo una sorpresa— saca de su bolsillo unos sobrecitos coloridos y me los muestra.

—¿Qué es eso?

—Ya lo verás.

Y no puedo insistir más porque detrás de mi espalda oigo la sorpresa de Luigi al ver lo que hemos hecho, rápidamente me giro y veo como el pequeño salta a los brazos de Damian para abrazarlo y agradecerle, al bajarse también me abraza y planto un beso sonoro en su mejilla. Sus hermanas vienen detrás de él sonríen dándonos el visto bueno.

—Ahora quiero que todos miren el fuego— pide alzando para que todos vean los sobrecitos que lleva en mano.

—¿Y eso que es? —indaga la hermana del medio, posicionando al lado mío.

—Sulfato de cobre y cloruro en polvo. Lo encontré en otra caja del sótano.

Mi ceño se frunce cuando veo que nos pide dar un paso hacia atrás y lanza el polvo al fuego. Mis ojos se iluminan asombrados viendo como poco a poco este cambia de color y pasa de ser amarillo a celeste y luego rosado. Después los colores se repiten de nuevo.

Cuando nos convirtamos en estrellasWhere stories live. Discover now