5| Espías

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5| Espías 

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5| Espías 

—Creí que iríamos por pan —escucho la voz del forajido quejándose detrás de mí el lunes a la mañana.

La situación es esta: Rose lo acogerá en casa a cambio de buen comportamiento y que consiga un empleo. Mi tutora es demasiado buena, de esas que llevan su vocación a la cama y se despiertan pensando en ella. Diría que me negué a ese ofrecimiento, que es la realidad. Pero al final de día, yo solo quiero mantener de pie los planes de irme a Italia.

—Tengo que hacer algo antes, pero iremos. —contesto, el reloj de mi muñeca marca que todavía no es tarde.

—Dame el dinero y voy yo —persuade.

—No pienso dejarte vagar por ahí con mi billetera.

No me detengo ni un segundo para girar la cabeza y confirmar que todavía sigue andando. Pienso que la conversación acaba ahí, pero lo escucho de nuevo quejándose.

—Estamos a mediados de julio, es pleno verano, es insano salir a esta hora de la mañana.

Son casi las siete y media. La realidad es que la mayoría de tiendas todavía permanecen cerradas, pero es la hora en la que Fredd llega a la terminal luego de sus prácticas agrónomas semestrales.

—Estoy en forma, y a ti te falta más resistencia. Mucha pelea callejera, mucho chico malo, pero no tienes una mierda de aguante. —farfullo sin detener el paso. Me pone de peor humor saber que voy atrasada solo porque él va despacio.

La avenida principal está llena cuando llegamos a la manzana principal de Manhattan, el tránsito es tan pesado que perdemos varios minutos intentando cruzar la calle, pero cuando por fin lo logramos veo a lo lejos la terminal, nos escabullimos en la plaza más cercana y él se sienta en el primer banco.

—¿Has venido a la terminal a armar un escandalo?—me pregunta después.

—¿Quien te crees que soy? Jamás armaría un escandalo por tipos como él.

—Pues te has levantado a las siete de la mañana solo para confirmar que un tipo como él te es infiel —reprocha.

—Eso no es de tu incumbencia.

Fijo la mirada y veo a Fredd bajarse, se detiene en la puerta y observo como extiende la mano para ayudar a una chica, esta salta el último peldaño y cae en sus brazos, él la besa.

—¡Qué bastardo!

Y me abalanzo.

—Definitivamente vas a armar un escándalo. —lo escucho detrás.

Pero mi vista se nubla y reduzco la velocidad. Apenas puedo arrastrar los pies unos pasos hasta sentir que mis rodillas se debilitan, me detengo tres pasos después, la examino; tiene el cabello canela, piel acaramelada y un cuerpo envidiable. Es hermosa, mucho más que yo.

Cuando nos convirtamos en estrellasWhere stories live. Discover now