Capítulo 8: Acontecimientos Precipitados

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Cuando estuvieron listas, se dividieron en tres autos, Rachel iría sola, ya que ella saldría a la ciudad por Jackelinne, la última chica que se había sumado a la ecuación. Le había puesto un mensaje avisándole que estuviera lista para una fiesta en casa de unos vecinos suyos, engañar a las personas se le daba muy bien, y Jackelinne, incluso sus amigas salían libres de eso, siendo ellas en ocasiones las primeras en caer en sus engaños.
Condujo por al menos quince minutos, sorteando autos y probando su suerte con los semáforos en rojo al adentrarse más en los silenciosos barrios londinenses. Al aparcar el Ferrari negro frente a la puerta de la casa, notó que Jackelinne ya estaba esperándola en el porche, cosa que a Rachel no le extrañó en lo más mínimo; conociendo el tipo de relación que ella tenía con su madre, que saliera al porche a las diez de la noche a esperar a una bohemia chica asesina que conducía un flamante Ferrari negro, ella también lo haría.
Aparcó justo al lado de la línea de la acera, Jackelinne caminó hasta el auto, llevaba un vestido color fucsia oscuro que se adaptaba a su cuerpo con facilitada perfección. Rachel la recorrió con la mirada, la investigó un poco y asintió con la cabeza en gesto de aprobación mientras seguía protegida por el polarizado del vidrio.
Ella tiró de la manilla y abrió la puerta deslizándose sobre el asiento de cuero negro. Se volvió hacia Rachel y estiró una sonrisa amigable en sus labios, esperando no parecer una estúpida; demonios, la mujer frente a ella tenía más pinta de actriz porno que de asesina bebe-sangre que era.

-Jackelinne, hola -le sonrió ella. Jackelinne notó la sonrisa felina que se extendió por sus carnosamente perfilados labios rojos, de repente, una ola de intimidación la recorrió de pies a cabeza.
-Hola Rachel -la saludó por pura cortesía, porque la verdad, le daba miedo esa sonrisa que había aparecido. Tan sexy. Tan peligrosa.
-Trataré de traerte de vuelta, no te preocupes -le sonrió a medias y quitó el freno de mano para pisar el embrague y salir del pequeño barrio de casas color ladrillo.

Jackelinne de repente se sintió desinhibida de nuevo cuando el auto dio un pequeño bote para entrar a la autopista; su pecho bajó relajado y cerró los ojos por un momento. Ese debía ser el sentimiento de los reos cuando los liberaban de la cárcel, aunque fueran veinte, treinta, o cuarenta años después. Y aunque fueran en una jodida bolsa negra, debían de sentirse bien.
Miró por su ventana luego de que los largos dedos de Rachel subieran el volumen de la radio, atrapando la perilla entre sus uñas negras. Notó los edificios altos, las casa apretadas entre ellos, los autos que recorrían la autopista con ellas, las personas que aún se mantenían en las aceras. Cosas a las que nunca le podía mucha atención cuando salía por su cuenta a caminar por las mañanas, algo que parecía insignificante pero que no lo era en lo más mínimo, sino, ¿de dónde se alimentaría su bolsillo de ahora en adelante? Alto. ¿¡Pero en qué demonios estaba pensando!? Era bastante evidente que ellas eran remuneradas, por su... trabajo. Tragó saliva y arrugó la frente. ¿Eso podía considerarse como un trabajo? Porque ella no quería pasar el resto de su vida en la cárcel si mataba a alguien mientras "trabaja"

Miró a Rachel, la cárcel no se veía tan mala ahora después de todo. Esa mujer le erizaba los vellos del cuello al mismo tiempo que una sensación caliente le llenaba el estómago cada vez que la veía. Era la combinación más extraña de sensaciones que alguna vez había sentido en su cuerpo.

-¿Sucede algo? -le preguntó ella, su voz viajó por un largo rato en su subconsciente antes de que su lengua reaccionara para hablar. Dios, ¿qué le sucedía?
-No, creo que no sucede nada -le respondió negando con la cabeza, debería acostumbrarse a ese extraño sexto sentido de Rachel antes de que llegara a matarla de un infarto en cualquier momento.
-¿Estás segura? -Preguntó de nuevo, en su voz el tono de desconfianza irónica hizo una aparición inesperada -. Ese temblor que tienes en las piernas no me confirma lo que me dices -la miró mientras sorteaba los autos por la autopista. Había hablado casi arrastrando las palabras, parecía furiosa. Jackelinne tragó.
-Es solo emoción -dijo ella con una pequeña duda en su voz, que sabía que Rachel notaría.
-¿Y de qué estás emocionada? -Rachel enarcó su ceja derecha en gesto burlón -. ¿Acaso nunca has ido a una fiesta? -preguntó con ironía. Si esa chica quería sonar más realista y menos mentirosa tenía que ser menos estúpida y volverse más tramposa -. Con el tiempo irás conociendo las consecuencias de mentirme, no te preocupes -dijo al cabo de medio minuto cuando Jackelinne no le respondió, estaba demasiado pasmada y asustada como para hacerlo, y luego de esas últimas palabras, ahora lo estaba más si era posible.

Cold Blood Secrets (Actualizaciones Lentas)Where stories live. Discover now