Capítulo 4: Nuevos vengadores

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Rachel volvió de la cocina y tomó su iPhone negro, que reposaba sobre la mesita de roble, junto a una taza de café, que supuso, William había abandonado por ellas. Su cuerpo se preparó para lo que estuviera a punto de suceder luego de la mirada tan acusadora que le dio William, aunque no lo veía, lo conocía bastante. Bastante como para saber que el espacio que le había dejado a su lado tenía su nombre escrito en tinta roja, suspiró y caminó hacia el sofá.

- ¿De qué hablan? -Preguntó sentándose junto a él, quedando ellos solos en el sofá de tres plazas hasta que Viollet se les unió a los pocos segundos, sentándose al otro lado de su primo.

-De ti -resopló William mirándola con la frente arrugada, le molestaba que ella no se lo hubiera dicho -, y del imbécil de Castle -bufó esperando por una respuesta.

- ¿Cuándo quedaste con la chica Parker? -Preguntó Rachel a Atenea sin mirar al hombre a su lado, no tenía ganas de enfrentarse a él, apenas había llegado. Lo discutirían luego, cuando fuera la mierda menos importante y Castle estuviera en el fondo de algún lago.

-Cuatro treinta -respondió Atenea y levantó las cejas, conocía bastante a Rachel como para saber que las evasivas a las preguntas directas eran su especialidad -. ¿Por? -Preguntó y cruzó la pierna derecha sobre la izquierda, dejando el pie colgando, empezó a moverlo de arriba abajo.

-Son las cuatro quince -respondió Rachel señalando el moderno reloj analógico tras ella, Atenea miró sobre su hombro y descruzó las piernas gruñendo.

- ¡Maldición! -exclamó molesta y se puso de pie, tomó su bolso del suelo y William le entregó su copia de las llaves del penthouse. Ella se despidió con una nalgada y él con las cejas enarcadas, volvió a sentarse en el sofá con Rachel y Viollet, les rodeó los hombros con sus brazos a ambas.

Atenea se fue y los chicos se sentaron a ver televisión toda la tarde en la inmensa pantalla que William tenía sobre la chimenea, al ser él el dueño del hotel donde estaban, todos sus lujos y caprichos se veían complacidos de todas las formas posibles. Hasta los más raros, lo que explicaba el porqué de una escultura de una elegante jirafa levantada sobre sus patas traseras color dorado, que sostenía una corona en una de sus patas delanteras. Cosas como esas se encontraban en cada rincón de las casas y apartamentos de William Lannister, y ellas seguían preguntándose por qué.

Tres horas sentados frente a una televisión le podía poner los pelos de punta a una persona muy ansiosa, pero para ellas, era una de las cosas más relajantes y normales que podían hacer en su momento, ese cuando nadie las perseguía por todas partes. Cuando solo estaban ellas y William tumbadas en sofás con chocolate caliente viendo estúpidas sit-coms y riendo por cualquier cosa.

Cuando nada más les preocupaba o las hacía temblar de ansiedad al ponerse a pensar en lo que pasaría si salían desarmadas. Estar con William las hacía sentirse protegidas, las hacía sentirse casi como personas normales, y agradecían mucho eso.

-¿Tenías pensado decírmelo? -preguntó William a Rachel en un murmuro, asegurándose de que nadie más escuchara, inclinándose ligeramente hacia ella. Rachel sintió un tirón en su estómago, ¿tenía pensado decírselo? No, sinceramente no quería decírselo porque lo conocía, y sabía que podía ser más impulsivo que ella en ocasiones, pero quizá... quizá una parte de ella sí quería contárselo, después de todo, eran amigos de toda la vida, ¿no? Se supone que eso hacen los amigos, confiar en el otro. Y ella no quería que William dejara de confiar en ella. No aún.

-Sí, pero al mismo tiempo no quería hacerlo -respondió ella y sintió como el brazo que le rodeaba los hombros desde hacía tres dos horas y media, se tensaba fuertemente. Solo esperaba no haber metido las patas. Lo escuchó suspirar sin poder mirarlo, el aliento de menta le revolvió los delgados mechones cerca de su oreja.

Cold Blood Secrets (Actualizaciones Lentas)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang