Capítulo 3: Londres y Jackelinne

82 13 1
                                    

Vett y Viollet quedaron en la misma fila, con una muy tímida chica en medio que lo único interesante que hacía era hablar con su novio por Facebook, de hecho, el sexting no era tan cool si lo hacías en un puto avión y Rosalinne estaba junto a una pareja de ancianos, que incluso mucho antes de despegar habían empezado a contarle su vida, la de sus hijos y resultaba ser que Karla estaba embarazada de nuevo y estaba esperando un niño, ella trató de relajarse mentalmente y al cabo de un rato ellos se durmieron, pero eran buenas personas.
Atenea seguía presumiendo su mala suerte, cosa que al parecer, le gustaba bastante. Su asiento estaba situado en medio de un niño y su madre a los cuales les gustaba discutir bastante, a por lo menos a su madre, a ella le daba igual que un niño comiera maní y pícaramente se lo pusiera en el cabello también luego de sonreírle inocentemente. La verdad el niño le parecía agradable y muy tierno, no lo mataría, aunque por otro lado, su madre... La mujer estaba jodidamente loca.

- ¡Edward! ¡No pongas maní en el cabello de la señorita! -dijo la madre del pequeño rubio al cabo de un rato, cuando despegó su vista de la brillante pantalla de su teléfono, que tenía a cuatro pulgadas de su cara, a Atenea estaba a punto de fundírsele la retina del ojo derecho, a ella sí podría asesinarla.
- ¿Por qué? -Preguntó el pequeño inocentemente, lo hacía para fastidiar a su madre, sus ojos verdes parecieron hacerse más grandes. La verdad era que a Atenea le agradaba, le ponía maní, y luego se lo quitaba para lanzarlo hacia adelante, donde rebotaba en la calva de un hombre y se perdía después, el tipo estaba muy confundido.
- ¡No le gusta! -gritó prácticamente en el oído de Atenea, ella cerró los ojos, ¿la mujer tendría idea de lo que ella podrías hacerle con la cuchara de Fisher-Price que tenía su hijo? Porque si no era así, ella podría enseñarle un poco, le gustaba mucho presumir sus habilidades con cualquiera, y más si pasaban tocándole las pelotas como la tipa a su lado. ¡Y ella no tenía pelotas!

Luego de pelear con el niño por media hora más la mujer por fin se quedó dormida, Atenea le había diluido una pastilla para dormir en su bebida, lo había hecho tan expertamente que la mujer no pudo darse cuenta jamás. Trató de explicarle muchas veces que a ella no le molestaba en lo más mínimo que el pequeño pusiera el maní en su cabello, pero la terquedad de la vieja loca esa la hizo recurrir a la artillería pesada. Tan pesada como un pequeñísima pastilla.

-Gracias al cielo -dijo Edward suspirando, cuando, luego de darle una última advertencia, su madre cerró los ojos y se durmió -. ¿Cómo te llamas? -Preguntó a Atenea, ahora parecía más relajado y se le había acabado la bolsita de maní, por lo tanto, se le había acabado su entretenimiento.
-Jessica -sonrió ella agradablemente, los ojos verdes y el despeinado cabello rubio del niño eran bastante amigables.
-Oye Jess... ¿me prestas tu hombro? -preguntó el pequeño viendo a Atenea, estaba sentado en una silla para niño proporcionada por la aerolínea, quedando a la misma altura que Atenea.
-Seguro. ¿Para? -preguntó ella con el ceño ligeramente fruncido, era una petición bastante extraña.
-Tengo sueño -dijo él tallándose los ojos y luego poniendo su cabecita en el hombro de Atenea, ella sonrió cuando lo vio cerrar los ojos.

Edward se quedó dormido a los pocos minutos y Atenea sacó su teléfono, ya conocía a un tocayo de su chico.

[...]

Rachel se percató de que Thomas la veía fijamente, se sentía jodidamente incómoda, no era muy común que un agente de la CIA se concentrara en ella tan indiscretamente mientras iban en un vuelo comercial.

- ¿Tengo algo en la cara? -preguntó ella más agresivamente de lo que quería, ya harta de su mirada en ella.
-No, es solo que te pareces a alguien que conocía... -dijo quitando la mirada algo incómodo, se encogió un poco de hombros, aunque a Rachel le parecía inútil, se veía igual de grande.
- ¿Puedo saber quién? -preguntó ella sintiendo como su pulso empezaba a correr acelerado por sus venas, se sintió mareada de repente. Solo rogaba porque sus sospechas no fueran ciertas.
-Una vieja amiga -bajó la mirada de nuevo hacia la pantalla de su iPad, donde tenía Twitter abierto, Rachel suspiró, necesitaba sacarle información sin verse muy obvia.
- ¿Cómo se llamaba? -preguntó interesadamente, usando su máscara más amistosa como carnada.
-Rachel -dijo él cerrando los ojos, imposible. Imposible. Imposible. No había forma... la última vez... él, no. Los sentimientos que había jurado estaban enterrados muy profundamente en su alma desde hacía tiempo volvieron a salir a flote justo ahí, cuando ella jamás lo pensó. El vértigo la azotó horriblemente y sintió como la cena de anoche empezaba a girar en su estómago, necesitaba salir de ahí un minuto, se sentía acorralada.
-Disculpa, debo ir al baño -terció ella levantándose, quizá se vería sospechosa dejándolo ahí solo, y con la imagen de su cara en su cabeza, mierda, casi podía ver como él se levantaba y sacaba su arma para meterle una bala y reventarle en cráneo. Se estremeció y la bilis corrió por su garganta.

Cold Blood Secrets (Actualizaciones Lentas)Where stories live. Discover now