Capítulo 15: Dios no salvará a la Reina

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Luego de asegurarse que William y Atenea no iban a ser asesinados, al menos de momento, Rachel tomó su rifle y se dirigió al fondo del edificio en el que estaba, en camino hacia las escaleras que la llevarían arriba, subiendo piso tras piso hasta su objetivo.


Trataba de mantener sus pasos cautelosos a medida que sorprendía a los narcotraficantes de opio esparcidos por la construcción. Su silencio le permitía atraparlos por la espalda y acuchillarlos en el pecho, atravesando su corazón por completo, despojándolos de todo rastro de luz en sus ojos.

Tenía los brazos empapados en sangre y su pecho empezaba a molestarle por el esfuerzo de su espalda para sostener a los hombres contra ella, pero, su dolor era incomparable al placer que sentía al ver a aquellos seres deslizarse hasta el piso entre jadeos y sonidos guturales.

Sabía que en cada piso la esperaban al menos cuatro tipos que patrullaban el bienestar de su jefe, quien ya sabía de la presencia de Rachel en sus dominios desde que bajó del auto, y ella lo sabía porque había observado esos profundos ojos azules que delataban pedazos del alma de Alexander Vancrussen II, heredero del emporio de narcotráfico más imponente de la Unión Soviética.

Mantenía los ojos puestos en el silencio que le rodeaba, bastante intranquilo, por cierto.

Alcanzó el final del piso en el que estaba.
Encendió el auricular al asomarse por el borde del edificio sin paredes ni ventanas y ver a Atenea y a William correr hacia el edificio en el que ella se encontraba, y en su deber de jefa estaba ordenarles que no subieran.

-Ni se les ocurra subir aquí, ardillitas -les dijo.
-Mierda Black, no hagas eso tan de repente -dijo la voz ronca de William, con un ligero jadeo por el sobresalto que le ocasionó la repentina y agitada voz de Rachel en su oído.

-¿Cómo nos dices eso? -preguntó Atenea con la voz agitada también por la adrenalina.
-¿Por qué los dos están agitados? ¿Los sorprendí acaso bailando un tango? -terció Rachel con una pregunta. La línea quedó con el sonido ahogado de la respiración de ambos, ella sonrió con suficiencia -. No suban, es una orden -les dijo y cortó la comunicación, dejando el auricular encendido.

Se alejó del borde de la construcción en dirección a las escaleras.

El edificio era viejo como los demás, esparcidos en el pequeño barrio olvidado. Medio construido en hormigón era el único edificio de más de siete plantas, intuía que Alexander estaba oculto uno o dos pisos por arriba de ella, teniendo en cuenta el complejo de superioridad que corría por las venas del petulante heredero.

Se preparó para empezar a subir, haciendo sus pasos lentos y silenciosos. Sus ojos alternaban su mirada entre los escalones y la salida de arriba, que llegaba a un rellano donde había una puerta que la llevaría, muy seguro, a su perdición. Ya tenía más que prevista la posibilidad de que cuando atravesara esa puerta, posiblemente la iban a bañar con un par de ráfagas de balas.

Escuchó ruido proveniente de arriba e inmediatamente empuñó su arma en su mano derecha, lista para disparar a la primera cosa que se moviera frente a ella. La tensión se adueñó de su cuerpo, había algo más en este ambiente.

Al atravesar la puerta a la cumbre de las polvorientas escaleras se percató de que ocho miras rojas de francotiradores le apuntaban sin fallar al pecho, mordió su labio al verse hundida en mierda hasta el cuello. Pero había que ver el lado positivo, aún no le habían disparado.

Alexander la miraba directamente a los ojos, de pie detrás de una silla de metal. Rachel tragó grueso al reconocer su propósito y los grilletes soldados en cada uno de los apoyabrazos de la silla.

Cold Blood Secrets (Actualizaciones Lentas)Where stories live. Discover now