Capítulo 5: Número seis

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Luego de la pregunta de William, un extraño silencio se había extendido, roto por Viollet cuando le lanzó una almohada a su primo.

—Eso no se pregunta, bestia –dijo Viollet riendo un poco, haciendo que la tensión del ambiente se disipara y que unas risas al menos llenaran el lugar.
—No me digas bestia frente a una invitada –le respondió William señalándola con el dedo índice mientras le sonreía suavemente, la curiosidad nunca había matado gatos, eso era solo un mito que las personas educadas usaban para ocultar su instinto chismoso.
—Es algo tarde, ¿no creen? –preguntó Vett al cabo de unos segundos, cuando apartó su mirada verde de la ventana, la luna había salido y las estrellas bailaban medio ocultas por los nubarrones grises que rodeaban Londres. 
—Sí, son las diez –susurró Jackelinne mientras le daba una mirada a su reloj de pulsera. Se mordió el labio antes de levantar la cabeza, ya sentía el golpe de su madre en la mejilla cuando llegara a casa, se estremeció ante la visión y el sentimiento del ardor implantado en su mejilla, tragó saliva sonoramente, logrando que recibiera miradas de Atenea y Vett, quienes estaban sentadas a ambos lados de ella.
—Jackelinne –la llamó Rachel, haciendo que la volteara a ver, estaba sentada frente a ella –. Creo que después de haberte escuchado, no sería prudente hacer que volvieras con tus padres –le dijo, ella se mordió el labio inferior y miró las puntas de sus zapatos, Rachel le dio un apretón en la rodilla, haciendo que Jackelinne la mirara a los ojos, sentía el calor de su mano traspasar su jean al mismo tiempo que el frío metal del anillo de oro que llevaba en su dedo índice la hiciera estremecerse un poco –, y estoy segura de que todos están de acuerdo conmigo en que te quedes a dormir hoy…. –le sonrió y se volvió a incorporar en su asiento.
—Pero, yo no quiero incomodarlos –le dijo ella estirando un poco su mano hacia ella, haciendo alarde de querer evitar que ella se apartara, le generaba mucha confianza, y esa sensación le agradaba.
—No digas eso, no podrías incomodarnos –le dijo William arrugando un poco la frente, levantándose del sofá donde estaba sentado. Jackelinne lo miró, dispuesta a replicarle, pero al ver aquel inmenso cuerpo frente a ella, tuvo la sensación de que podría ahorcarla si así lo deseara, por lo qué se mordió la lengua y se relamió los labios. No discutiría con él.
—De acuerdo –susurró apenas audible para ellas. Rachel aprovechó el descuido de Jackelinne y le sonrió a Atenea y a Vett, girándose luego para hacerle una seña a Viollet y a Rose para que fueran a acomodar los colchones inflables en la habitación de William, mientras que a Jackelinne le darían la habitación de huéspedes.
—Acompaña a Vett, ella te dará ropa –le dijo Rachel suavemente, Jackelinne la miró y le sonrió un poco, levantándose para caminar tras la rubia, que salía del salón, dejando a Atenea con Rachel y William, un William de brazos cruzados que las miraba de hito en hito.

Ambas arrugaron la frente y se voltearon a ver, Rachel levantó las cejas al ver como William las tomaba a ambas por el mentón y las obligaba a verlo. ¿Qué demonios estaba sucediéndole?
Atenea se quedó mirando a su amigo, tenía un pequeño golpe bajo el ojo y sabía por pura experiencia que uno de sus dedos estaba bastante lastimado, y por suerte para él, era el que estaba bajo el mentón de Rachel, ella odiaba que le tocaran la cara. Por su parte, a Rachel le daba muy igual si la tocaban o no, aunque se quedó un poco anonadada porque Rachel no le apartara la mano de un manotazo, aunque si lo miraba con ganas de patearle las pelotas. Ella sabía que William le había estado tocando la sensible fibra de la paciencia a Rachel desde que llegaron, y no faltaba mucho para que ella lo golpeara, así que su amenaza no la sorprendió en lo absoluto.

—¿Debo preguntar o golpearte de una buena vez? –preguntó Rachel con una voz dulce mientras le sonreía hipócritamente. Miró los labios de William curvarse en una sonrisa y arrugó la frente, su típica sonrisa de problemas –. De acuerdo, ¿qué quieres? –lo miró rodando los ojos, el hombre frente a ella se incorporó de nuevo y les tomó las muñecas.
—Quiero que me expliquen qué demonios está pasando y por qué son tan buenas actrices y nunca me lo habían dicho, maldición –gruñó molesto, algo que hizo que ambas se estremecieran, un William molesto era algo que nadie quería ver. Y ambas lo sabían por experiencia propia, antes de que respondieran, él las había levantado y las llevaba hacia la cocina.
—¿Vas a matarnos o algo por el estilo, Lannister? –le preguntó Atenea con cierta burla. Hizo que William la volteara a ver sobre su hombro.
—A veces quiero cortarlas en pedacitos, tirarlas en una cacerola y hacer sopa para comérmelas, pero no puedo –le sonrió y las soltó a ambas, Rachel se frotó la muñeca donde llevaba un brazalete de oro, se lo había incrustado en la piel por la fuerza de su agarre. Atenea le clavó el codo en las costillas y le frunció el ceño, parecía hacerle la pregunta, Rachel solo se encogió de hombros.
—¿Y por qué no lo haces? –rió un poco Rachel mientras se cruzaba de brazos mirándolo. Estaba totalmente insoportable, y apenas llevaban un día con él. ¿Cómo soportaría toda la temporada (que solía variar entre dos a tres años y medio) en Londres con William en ese estado de ánimo? Solo esperaba no terminar asesinándolo.
—Porque probablemente me intoxicaría –respondió sin mirarla –, ahora hablemos sobre “Jackelinne” –hizo comillas con sus dedos y la ironía de su voz fue hasta el infinito. Las miraba de nuevo con aquella acusación que hacía que las dos lograran sentirse culpables de lo que fuera que hubieran hecho.
—¿Qué quieres saber sobre ella? –gruñó Rachel adelantándose a Atenea antes de que contestara, lo miró fijamente a aquellos ojos color chocolate oscuro que brillaban con cierta furia, con la frente fruncida y el pecho hinchado de tensión. William levantó un poco el mentón.
—Lo que me puedan contar –gruñó él peligrosamente, odiaba que Rachel lo retara de esa forma.
—Pídeselo a ella –le respondió Rachel y dio un paso atrás, relajando su cuerpo y haciendo que otros veinte centímetros la separaran del tenso cuerpo del hombre.
—Es una marginada social por culpa de sus padres, su hermano era Jacob Homme, ¿si sabes quién es, no? –contestó Atenea mirando a William a los ojos, haciendo que desviara su mirada de su ahora rubia amiga, él asintió por su pregunta –. Él los sacó del hueco donde vivían, pero lastimosamente murió asesinado hace cuatro días, lo cual es una pena –dijo con cierta ironía apenas tintada que hizo que Rachel soltara una sonrisa cargada de algo parecido al orgullo. Mientras que hizo a William rodar los ojos simplemente.
—¿Y qué tiene que ver eso con nosotros? –bufó él cruzando los gruesos brazos cargados de tatuajes de colores por su ancho pecho, viéndose más grande y agresivo de lo que ya era.
—Que ella odia a sus padres –le dijo Atenea con una extensa sonrisa por sus delgados labios, que aún conservaban un poco del ligero color rojo con el que la experta Viollet la había maquillado antes de salir de España.

Cold Blood Secrets (Actualizaciones Lentas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora