Cap 36

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Eran como las cuatro de la madrugada y los chicos seguían maratonenando películas de Disney.

—¿Sabes? —Comenzó Tae mientras se llevaba un chocolate a la boca —Enredados es la mejor película de Disney. La mejor de todas.

Jungkook desenvolvió otro chocolate del empaque y contestó:

—Puede ser. Pero mi favorita es Coco.

—¿Qué te parece si la vemos luego de esta?

Jungkook sacudió la cabeza y bostezó.

—Tengo sueño, Tae. No aguanto más.

Taehyung le agarró las mejillas y le hizo pucherito. Tardó varios segundos en hacer sonreír al menor, pero una vez que lo hubo conseguido, posó su brazo alrededor de los hombros de Jungkook.

—Te quiero —Le susurró al oído y le besó la mejilla repetidas veces, haciendo sonreír al menor sin parar.

Pero Jungkook solamente sonreía, no se sentía feliz por dentro. Le gustaba que Taehyung lo distrajera, pero no podía ser feliz con él en ese momento.

Su tristeza se lo impedía.

—¿Cómo te sientes? —murmuró Tae, dejando los chocolates en la mesa de luz.

—Mal, como siempre.

Pero Tae sacudió la cabeza.

—Hablo por lo que hicimos antes de ayer— Una sonrisita traviesa se formó en su rostro y Jungkook lo miró rojo como tomate.

—Oh, si... bien, supongo. Puedo caminar normalmente así que creo que esta bien.

Tae chasqueo la lengua con una risita.

—Entonces la próxima vez me encargaré de hacerlo como para dejarte en un silla de ruedas ¿Qué tal, mmm?

Eso le sacó una carcajada a Jungkook. Se tapó la boca para no hacer tanto ruido.

—Descuida, lo has hecho bien.

—Si no estas como para una silla de ruedas evidentemente no lo hice tan bien.

Jungkook volvió a reír y Tae lo admiró.

—Eres hermoso cuando te ves feliz.

. . .

Aquella misma noche, Hyunjin y Feliz estaban en un hotel.

Hyunjin había acompañado a Félix y su familia a una fiesta de gala con personas importantes.

Los padres de Félix tenían demasiado dinero. Hyunjin estaba más que impresionado por los contactos que tenían y los lujos que visitaban diariamente.

—¿Acaso eres un príncipe? —Volvió a preguntar Hyunjin lanzándose a la cama como si fuera un niño. Rebotó varias veces por lo mullido que era el colchón. 

—Nah, solo soy el hijo menor de dos padres empresarios.

—Es genial. Dios mío, todo esto es genial.

Félix sonrió. Le gustaba que Hyunjin no se le hubiese acercado por tener dinero en exceso.

Le gustaba. Ese chico de ojos color mar y cabello negro era precioso.

—Hay un jacuzzi en el balcón —Dijo Félix quitándose el traje negro que le quedaba enorme, no era de su talla, se habían confundido de número cuando se lo dieron.

—¿De verdad? Nunca fui a un jacuzzi.

Félix lo acompañó hasta el balcón y tuvo que agarrar al pelinegro porque este casi se tira de cabeza al agua por la emoción.

—Creo que es mejor que nos quitemos la ropa si vamos a entrar ahí.

A Hyunjin se le bajó la sonrisa de la cara. Tocó su estómago sobre la tela del traje que le había prestado Félix y se sintió mal.

—No, está bien. Mejor vamos a dormir.

Félix lo detuvo.

—Si sabes que no voy a hacerte nada ¿cierto?

Hyunjin sacudió la mano sin importancia.

—Ya lo se. No te tengo miedo, tu has sido muy bueno conmigo —Trago saliva con algo de fuerza—. N-no es por eso, es solo que no quiero que veas lo muy delgado que estoy.

—Subiste de peso por si ni te has dado cuenta.

Hyunjin se sorprendió.

—¿Sí?

Félix asintió. Hyunjin no se había dado cuenta de que había aumentado unos seis quilos en las últimas dos semanas.

—Aun así... Agh, mierda es que Chris me tatuó a cuchilladas su nombre y se me ve feo.

Félix casi se cae al agua al oír eso. Perdió el equilibrio pero Hyunjin lo agarró a tiempo.

—¡¿Qué hizo qué?!

—Lo que oíste...

Félix apretó los puños y lazo un grito al aire.

—Está loco por dios.

Hyunjin puso los ojos en blanco.

—¿Y recién te das cuenta?

—Claro que no, Príncipe —Masculló Félix enojado. ¿Cómo alguien era posible de hacer semejante barbaridad?

Hyunjin se puso rojo. Le gustaba que él lo llamara así.

—Tranquilo, yo... pienso hacerme un tatuaje cuando cumpla la mayoría de edad para tapar la cicatriz.

Félix seguía negando con la cabeza. Hyunjin se le acercó e intentó abrazarlo, pero no pudo.

Se quedo quieto.

Le costaba acercarse sin pensar que Félix no era como Chris.

Chris era un demonio y Félix un ángel de la guarda.

Félix se dio cuenta de que quería abrazarlo, así que abrió sus brazos y lo recibió.

—Tranquilo, yo no voy a hacerte daño. Te lo juro.

Y eso, fue más que suficiente.


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