Capítulo 45

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Alastor recibió una llamada de la doctora a cargo de los incidentes médicos en el hotel, y aseguró que Juan se recuperaría después de algunos días de descanso. Se encontraba sorprendido por el arma, y la inflamación en el ojo desaparecería dentro de algunos días, pero estaría bien.

Los delincuentes intentaron ingresar al hotel, sin embargo, el capitán de los botones intervino al notar su comportamiento sospechoso, lo que resultó en su herida. Alastor expresó su profunda gratitud hacia el hombre y ofreció su ayuda para su completa recuperación. También le dio varios días libres hasta su recuperación completa.

José, quien había llegado cuando entrábamos en la suite de Alastor, ofreció café o té a todos los presentes, para calmar los nervios.

Mamá volvió al tema y preguntó si había alguna solución, como devolver los documentos falsos o algo por el estilo. Estaba sentada junto a mí en la sala de la suite con una taza de café caliente sin azúcar. Hacía un rato, al tomar sus manos, las tenía frías. El aire acondicionado no ayudaba en absoluto en ese momento. Tiritaba de vez en cuando mientras intentaba recomponerse.

—Muchas de las caras en esos documentos corresponden a personas desaparecidas. No sería apropiado devolverles el poder para manipular a inocentes —respondió Alastor mientras se servía un vaso de whisky. Una costumbre que solía seguir cuando estaba nervioso o preocupado.

—¿Y el FBI? He visto en las películas que resuelven casos parecidos a este.

Laurent resopló.

—Eso es solo ficción —le susurré a mamá.

—¿Y qué hay de la CIA? Ellos también se ocupan de estos temas, ¿no?

—No llegaremos a ningún lado si la mitad de nosotros no entiende lo que dice la otra —se quejó Laurent, y Cheyanne estuvo de acuerdo.

—Puedo hacer de traductora —me ofrecí, y nadie se opuso.

—Entonces... —continuó mamá mientras miraba a Alastor con determinación—, ¿cómo podemos solucionar esto?

—Estoy trabajando en ello —respondió, y se tomó un momento mientras yo traducía para los dos que no hablaban español—. Cheyanne y José han visitado los hogares de las personas que figuran en esos documentos. Todos viven en algún lugar de Miami.

—¿Cómo los encontraste? —preguntó mamá.

—Mi padre. Tiene muchos contactos que pueden hacer eso —sugirió Laurent cuando traduje.

—No, esta vez no fue a través de él, y no menciones nada de esto a Oliver —le advirtió Alastor con tono autoritario. Incluso yo sentí que me encogía en mi asiento.

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