Capítulo 56

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Nuestro lugar de encuentro era la piscina, y, sin embargo, Laurent optó por cambiarlo debido al pronóstico del clima. Mientras caminaba por el pasillo en el que se encontraba mi suite, Laurent y José aparecieron con Alma, salieron de la habitación en la que la mujer se estuvo hospedando todo este tiempo.

Samantha, Cheyanne y Lizzie debieron estar con ella. Tal vez se les ocurrió pasar a buscar algo de comer, o la niña tuviera ganas de ir al baño. Fueron largas horas de viaje.

—Les daré un momento para hablar —se excusó ella. Samantha le contó todo en el camino hasta aquí, por lo que José la ayudó a llevar su maleta a un lugar cercano junto al elevador, dándonos privacidad.

Le expliqué brevemente lo que estaba ocurriendo, y lo primero que hizo fue ofrecer su ayuda sin dudarlo.

—No.

—Iré contigo —exigió.

—Te quedarás con Oliver —establecí. Procedí a explicar lo que su padre hacía para la CIA, como propuso Cheyanne, y no lo tomó por sorpresa.

—Eso ya lo sabía —resopló—. Es un alivio confirmar que no andaba en malos pasos. Papá traía a casa a gente muy extraña y debió imaginar que era tan tonto como para no darme cuenta. Siempre pensé que él sería el primero en contarme la verdad.

Con eso, arruinó lo que tenía planeado. Después de decírselo, Laurent debería acudir a Oliver, exigirle todo lo que le había ocultado, confrontarle por usar el Treasure como un engaño, y luego su padre se encargaría del resto.

—¿De qué manera lo supiste? —Tuve que preguntar.

—¿Crees que no me di cuenta de la forma en que llegaste a casa la primera vez? Luego vino ese hombre, el supuesto conocido de papá. Tenía un arma; lo descubrí la primera noche y pensé que era un criminal. Luego me mostró su identificación del FBI para que guardara silencio. Soy de los buenos, me dijo. Fue horrible la forma en la que me guiñó un ojo. —Se estremeció, como si aún tuviera esa imagen grabada en su memoria.

—Tenías tres años. ¿Es posible que aún lo recuerdes?

—Hay sustos que no se olvidan, sin importar la edad que tengas. Con el tiempo, solo uní las piezas. Fue una gran coincidencia que tan pronto como llegaste, ese agente también lo hiciera. Te seguía a todas partes. Luego, sucedió algo que los hizo regresar a casa como si el infierno hubiera descendido a la Tierra. Tú estabas en trance, ni siquiera parpadeabas. Al día siguiente, él se fue, dejándote peor de lo que te conocí. —Frunció el ceño—. Pero la noche en la que papá olvidó unos documentos en la mesa del comedor, tu información estaba ahí. Creo que no se preocupó por ocultar su secreto conmigo porque quería que yo lo descubriera, y yo esperaba que él me lo dijera. Al final, parece que solo dimos vueltas en círculos. —Se encogió de hombros, dejándome atónito.

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