Capítulo 59

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—Alastor se marchó del hotel, y tú lo ayudaste. —Nunca vi a mi padre tan irritado. Aun después de intuir a lo que él se dedicaba, y a pesar de escucharlo de Alastor, todavía no podía creer que trabajara para la CIA y el FBI. Si proveerles de armas se contemplaba de esa manera—. Se entregará a ese hombre.

La discusión con mi padre era tensa. Yo no sabía todo lo que él conocía, y no podía evitar sentirme atrapado entre dos mundos.

—¿De qué hablas? —pregunté, intentando descubrir la verdad detrás de sus palabras.

—Joder, Laurent. ¿Sabes lo que implica que se haya marchado solo?

—No. En realidad, no tengo mucha idea. Ambos me escondieron cosas, ¿no es así? Lo único que considero haber hecho, fue ayudar a mi hermano. Aunque el mundo estuviera en su contra, Alastor tendría mi apoyo. Y si bien, la suya, me parecía una idea muy estúpida, él era feliz. Por un jodido infierno, lo era. Por esa chica.

Samantha no podía estar ni una cuarta parte consciente de lo mucho que cambió por ella. No lo conoció en su peor etapa. No sabía toda la mierda que habitaba en él, y era por la que yo temía cada instante.

Aunque papá pensara que me tomé la decisión de permitirle marchar a la ligera, no fue de ese modo. No quería que se arrastrara de regreso al pasado, de ese que Samantha lo sacó en un par de semanas, y a mí me costó tantos años. Ni siquiera mi método fue tan efectivo en todo ese tiempo.

Nadie había sido consciente del cambio como yo. No vieron el peligro asomar bajo la capa de miedo. Nunca tuvieron que retroceder de terror ante la hostilidad que evidenciaba con la mención de la palabra «papá». Alastor tampoco se atrevió a pronunciarla, pero no por temor, sino por la ira potenciada que alguna vez lo hizo voltear una mesa en el salón de clases, cuando la profesora quiso obligarlo a exponer algo sobre su puto padre en algún evento escolar. Cuando las autoridades del plantel educativo llamaron a Oliver, aterrados por su reacción, fui yo quien miró la cinta de grabación y lo vi, en lugar de intentar sobornar a los profesores para que no lo volvieran público.

Nadie conocía a Alastor Rostova tan bien como yo. Si lo dejé marcharse, fue en parte por eso. Ella había transformado su ser en la persona que siempre quise que fuera. Sin odio ni rencor hacia sí mismo.

Aún recordaba la noche en que papá lo trajo a casa por primera vez. Alastor todavía me preguntó cómo guardaba memorias de cosas a tan temprana edad, pero es que me impresionó tanto. Tenía la mirada apagada y endurecida. ¿Qué niño podía presentarse como un muerto en vida? Estaba pálido, con las mejillas hundidas y un par de sombras bajo los ojos. Por un momento, pensé que era un fantasma, como si hubiera emergido de las entrañas del infierno. Y en cierto sentido, lo hizo.

Servicio de hotelWhere stories live. Discover now