Capítulo 60

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En la actualidad...

El pánico aumentaba con un fuerte agarre en mi sistema, haciéndome sentir mareada.

Alastor me encontró, y su mirada se proyectó sobre mí como si estuviera buscando descifrar un puzzle, pero yo no entendía. Había tanto por decodificar en sus ojos, y solo tuve un momento para preguntarme cuándo llegó. ¿Lo hizo sin compañía? ¿Le hicieron algo como a Cheyanne? Tampoco parecía herido, solo cansado. Debieron haberlos tenido por separado, ya que su presencia en el buque de carga también la tomó por sorpresa a ella.

La expresión de Alastor cayó como una máscara, volviéndose fría cuando Nikolai lo miró con una curva siniestra en los labios. Si algo pasó en el interior de Alastor en ese momento, no pude verlo. No lo demostró, ni siquiera cuando se fijó en los cuerpos sin vida de esos hombres.

Al igual que él, intenté ser fuerte y no revelar las ganas que sentí de acercarme y llevármelo lejos del asesino que tenía por padre.

—Ustedes dos. —Nikolai señaló a Cheyanne y a Alastor con el arma, como si fuera un gesto casual con la mano—. Ya saben lo que busco en realidad. No sean tontos, y tampoco hagan que se lo pregunte por tercera vez. Así que, ¿quién será el que hable? Tú, todavía te guardas la lengua, ¿no es así? Y tú, Alastor, te conseguiste una chica muy hermosa —dijo, una sonrisa dibujándose en sus labios.

Cualquier pánico que sentí antes se amplificó. Escuché los golpes de mi corazón en mis oídos, sintiéndolos en la garganta y en las sienes.

El silencio fue terrible, pero se rompió no solo con la lluvia helada que empezó a caer, sino también por los sollozos de Raine:

—No... No, no le digas. No lo... —Era como si desvariara.

Nikolai lo ignoró.

—No queda mucho tiempo. Estamos próximos a cruzar la frontera marítima con España. —Levantó el cañón de la pistola en dirección a Cheyanne, y lentamente cambió de sentido, hacia Alastor. Ahogué un grito y, sin pensarlo, di un salto adelante. Natanael, a mis espaldas, tiró de mi camiseta, obligándome a retroceder y conteniéndome con su brazo alrededor de mis hombros.

—No te muevas, cariño. O las cosas acabarán mal para ti —susurró a mi oído. Me alejé lo más que pude de su aliento, volviendo a sentir las náuseas que tuve el primer día en este buque.

Alastor no hizo nada más que mirar a ese hombre con un gran parecido físico, con los ojos sin brillo. Mantuvo las manos en los bolsillos. Ni siquiera me había fijado en ese detalle.

—No te atreverás —provocó Alastor, y un gemido de terror escapó de mis labios.

No conseguí ver la cara de Nikolai, ya que de pronto estaba de espaldas a mí. Sin embargo, ladeó la cabeza, y después comenzó a reír, como si todo se tratara de una broma simplemente. Tras de un sonoro clic, bajó el arma.

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