V E I N T I O C H O. Cerdito.

31.7K 2.2K 209
                                    

TW: este capítulo toca temas sensibles como violencia, secuestro, abuso y lenguaje explícito

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

TW: este capítulo toca temas sensibles como violencia, secuestro, abuso y lenguaje explícito.Leer bajo consciencia

El olor que me rodeaba estaba desesperándome y el sonido conjunto me hacía querer arrancarme las orejas, pero no pude hacer nada más que fingir que no me afectaba. Quería cerrar mis ojos, esconderme y pretender que mis sentidos no estaban presenciando esta atrocidad, pero sus ojos no me dejaban mientras hacía ese desastre. Su sonrisa era aún peor.

Así que me quedé donde me puso y esperé, como siempre, a que termine.

Chillido tras chillido, sonido de cadenas tintineando, moviéndose a la par de las sacudidas del cerdo acorralado, envenenaban el aire. Me dieron arcadas, pero las suprimí. Era fuerte, tenía que serlo o me obligaría a hacerlo por él. No quería, una vez fue suficiente para aprender que, por más que el asco y la moral me incentivaran a rechazarlo, él terminara haciendo las cosas peores para mi. Una vez, tan solo una vez, decidí cerrar mis ojos para ignorar lo que él hacía, y eso me trajo consecuencias.

Yo maté a ese cerdito aquella vez.

No quiero hacerlo de nuevo. Verlo a los ojos y notar que sabía su destino, y aun así me suplicaba por misericordia.

Me destrozaba.

―¡Así es como se hace! ―carcajeó y mis ojos subieron a los suyos. No sentí nada más que asco mientras él se regocijaba ante la supuesta victoria de matar a un cerdo que estuvo conmigo el suficiente tiempo como para quererlo. En la oscuridad, lo llamaba Pen, pero para él solo era un simple animal que nos alimentaba.

Entonces bajó el enorme cuchillo y los chillidos de Pen dejaron de sonar. El tiempo se detuvo, el viento dejó de correr y poco a poco sentí que el aire se escapaba de mis pulmones. No era fácil respirar cuando tu única compañía acababa de ser degollada. Siete meses tenía, y si bien sabía lo que iba a pasar, no pude evitar encariñarme.

Y él ni siquiera me dio tiempo para despedirme. Tomó al cerdo, lo encadenó, me despertó agarrándome con fuerza de la oreja y me arrastró a fuera para empezar nuestro día con chillidos agónicos. No dudo que ese cerdo hubiera tenido miedo, sus gritos me lo dijeron, pero sentí que parte de ello fueron palabras dulces que me decían que todo iba a estar bien si yo no hacía nada. Por otro lado, sus ojos no dejaron de suplicarme que lo ayude.

El sol iluminó todo el campo, la mañana colándose y el frío rodeándonos no fue impedimento para que él decidiera hacer esto con apenas unos pantalones. Estaban sucios, como todo a nuestro alrededor, pero por su sonrisa, nada de eso importaba.

El barro seco que me cubría me dio picazón mientras veía la sangre de Pen manchar el césped opaco y sin vida. Me rasqué, es lo único que pude hacer para obligarme a quedarme en mi lugar hasta que él lo ordenara.

―Mierda, mira esta belleza. ―alabó su obra de arte y se agachó para ver de cerca la cabeza de Pen. Entonces, se giró a verme ―Ven aquí.

Furia ilegalWhere stories live. Discover now