C I N C U E N T A Y C I N C O. Nadie puede pararme.

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Maratón 2/2

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Maratón 2/2

Skyler Snow Thompson

Está teniendo una pesadilla.

Volvieron a él, diluyendo la nube de felicidad que nos estuvo envolviendo todo este tiempo. La realidad fue asentándose en nuestras mentes mientras la vida seguía su rumbo. Estuvimos perdidos en ella... hasta que las semanas pasaron.

Hasta que los días comenzaron a correr con normalidad y ambos volvimos a retomar las actividades.

Pero eso me pone en duda. Da miedo acostumbrarse a la felicidad porque la vida es un círculo lleno de baches. Un dia subes, pero sabes que en cualquier momento todo puede irse a la mierda. Tiemblan tus pasos, tus decisiones se tambalean en un sinfín de temores por volver a cometer los mismos errores. O mismo los nuevos, porque es una incertidumbre. No saber lo que va a pasar, quiero decir.

Es atemorizante.

Porque estábamos bien. Donovan y yo nos sentíamos como si estuviéramos volando. Sus demonios estaban controlados. Pidió disculpas y volvió a entrenar en el gimnasio. Volvimos a nuestra rutina de estudio mientras yo iba a la universidad y al trabajo. Los chequeos con la doctora salieron bien.

Pero la Navidad está a la vuelta de la esquina, y cuanto más se acerca la hora de despedirnos y partir hacia nuestros destinos, peor se pone todo.

Deberíamos haber sabido que cualquier mínima cosa podría pinchar nuestra burbuja. Nos aferramos a la ilusión de la paz, la tranquilidad y la calma que nos terminamos descuidando. Olvidamos cómo era vivir con los miedos.

Y hoy los de Donovan volvieron a darle pelea.

―Donovan. ―lo llamo, pero es impenetrable.

Veo con tristeza cómo su cuerpo se retuerce, a merced de su pesadilla. Como si ese hombre que luce fuerte e impenetrable en la vida real no pudiera realmente luchar y ser lo suficientemente poderoso para ganar. No cuando su interior lo domina. Cuando su mente inhabilita esa única herramienta que lo ha ayudado toda su vida a llegar a la victoria. A salir adelante.

Él no puede usar su fuerza.

Sus músculos son inservibles.

Paso mis manos por su pecho. El sudor lo cubre y una de sus manos está apretada con fuerza sobre su corazón como si estuviera doliéndole. No puedo hacer nada por él, y aunque quiero ayudarlo, no puedo evitar que mis ojos absorban la forma que tiene su cuerpo de manifestar lo que está sufriendo. Está ruborizado, las venas de sus brazos sobresaliendo. Su frente arrugada y sus ojos apretados. Es una imagen que destroza mi interior. Quiero calmar su agonía, devolverlo a los momentos en los que estos episodios solo eran un recuerdo lejano y casi invisible.

―Despierta, por favor. Todo está bien. ―susurro. ―Vuelve conmigo.

No estoy segura de que me escuche, y aunque mi voz es audible, estoy en duda de cuanto puede penetrar su barrera.

Furia ilegalWhere stories live. Discover now