(L) Eros se confundió de objetivo

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Es interesante.

La forma en la que nos comunicamos con las personas de nuestro entorno, como constantemente, estamos en busca de esa conexión humana.

Esa calidez emocional que solo un ser humano te puede generar.

En mi caso, personalmente, yo amo hablar con la gente. Amo la interacción entre dos personas que pueden mantener una conversación cordial y madura; amo el resultado que te deja, la lección que aprendes cuando todo termina. Lo que te llevas de ese intercambio de palabras.

Porque quizá antes no sabías que en Venus, debido a su inusual rotación inversa, el Sol sale al revés: sale por el oeste y se pone por el este. O quizá que en la Antigua Roma, uno de los delitos más grandes era matar a tu padre y de hacerlo, te metían en una bolsa junto a un gallo y un perro, y te ahogaban.

Nunca sabes que vas a conseguir de una conversación con otra persona. A veces, son cosas agradables, y otras... no tanto, pero definitivamente, aprendes algo.

Y yo amo aprender. Soy fiel creyente de que el aprendizaje nos vuelve más humanos, más reales y capaces de conectar con nuestro entorno.

Y a pesar de estar consciente de eso, la verdad es que tiendo a ser un ser humano extraordinariamente reservado.

Me parece muy bien cuando las conversaciones giran en torno a un tema neutro, que no me involucre a mí o mi tediosa y especial familia. Sin embargo, me pone demasiado ansiosa cuando las personas intentan sobrepasar esa línea entre una conversación casual y una conversación privada.

El descubrimiento más grande y extraño lo estoy haciendo en este viaje. Porque esa forma de ser que tengo no explica mi necesidad de compartir mi información personal y privada con mi asistente. Por alguna razón que todavía estoy intentando averiguar, hablar con la señorita Danvers es... liberador, porque no se siente que ella esté buscando saber de mí por quién soy públicamente, sino que busca saber de mí de forma... privada. No busca saber de la magnate con dinero. Sin demostrarlo o decirlo, yo sé que ella busca saber de Lena... la niña adoptada que tiene problemas como los demás. Y para mi sorpresa, eso no me molesta como debería.

No me molesta, pero en definitiva, me preocupa. Me preocupa porque ese sentimiento que no puedo identificar aún es igual al que me genera hablar con Lily.

Y no puede ser así porque se supone que Lily es... especial.

Al pensar en Lily, mi vista se dirige a mi teléfono.

Estoy comenzando a desesperarme. Le escribí ayer por la tarde y ya es el día siguiente, y aún no hay respuesta. Literalmente, me dejó en visto.

A mí nadie me deja en visto. Soy Lena Luthor. ¿Por qué alguien me dejaría en visto?

—¿Todo bien, señorita Luthor? —La preciosa rubia sentada a mi lado agita su mano frente a mi rostro con duda.

—Todo bien —digo guardando mi teléfono. Sé que mis palabras carecen de verdad y mi asistente lo confirma cuando analiza el ceño fruncido que sé que tengo en mi rostro. Simplemente, no puedo evitarlo.

Odio salir de mi rutina, odio cuando las cosas pierden su orden y que Lily no me hable entra en ese orden porque llevamos hablando por más de un mes todos los días sin descanso. Y esto es lo máximo que no hemos hablado, y no tengo la menor idea de qué hice, si es que hice algo claramente.

La señorita Danvers se aclara la garganta de nuevo llamando mi atención.

—El gerente de la sede se veía satisfecho —comenta con casualidad acomodándose en su asiento.

Acabamos de salir de la reunión con el gerente en la sede de Roma y debo decir que estoy impresionada por la forma en la que mi asistente manejó la situación. Para ser su primera reunión con un director internacional tuvo absoluto control de los datos y el hombre se miraba satisfecho con sus explicaciones. Honestamente, no tengo idea de qué hacía yo allí si es claro que mi asistente puede manejar a los directores de sede sin mí.

ROMA SIN TI | SUPERCORPWhere stories live. Discover now