017

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017. “Il faut qu’on parle”.

 “Il faut qu’on parle”

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Nunca hagas mañana lo que puedes hacer hoy, la procrastinación es la ladrona del tiempo.

Aquella frase de Charles Dickens solía ser importante para la no tan pequeña Charlotte, sin embargo, últimamente estaba resolviendo y realizando todas sus obligaciones a última hora; una de ellas era el hecho de que debía acostumbrarse a su nuevo horario para dormir, pues estaba a tan solo tres días de comenzar la escuela.

La muchacha lo estaba intentando, realmente lo hacía, pero simplemente no podía quedarse dormida.
—Charlotte. —baulbuceó Seth, quien se encontraba medio dormido. —Deja de moverte.

—Perdón. —respondió alargando la última sílaba, se volteó para ver a su novio y su corazón se aceleró al hacerlo.

Su cabello despeinado, su torso al descubierto subiendo y bajando con tranquilidad, sus ojos cansados que luchaban por mantenerse abiertos y el pequeño puchero en sus labios no hicieron más que volverla loca.

—¿No tienes sueño? —su voz adormilada la hizo sentir culpable. —¿Cómo es que no estas cansada después de todo lo que acaba de suceder? —preguntó acariciando suavemente sus iniciales recientemente tatuadas en la espalda baja de su novia; las cuales había provocado lo que ellos llamaban "hacer ejercicio".

La castaña se sonrojó y soltó una pequeña risilla; misma que fue reemplazada por una mueca de confusión.
Se levantó de la cama con rapidez y salió de la habitación corriendo.

Entró al baño dando un portazo y se inclinó frente al inodoro para vomitar.
Desde su lugar, Seth intentó seguirla; sin embargo, al escuchar la puerta de la habitación de su suegro abrirse no pudo hacer nada más que esperar.

—Charlie, ¿qué pasa? —preguntó el jefe mientras tocaba dos veces la puerta del baño.

—Estoy bien, no te preocupes. —apenas pudo responder antes de vomitar nuevamente.

—Esto es mi culpa, cariño. —se lamentó el mayor, recargando su frente contra la puerta. —No debí dejar que comieras esos dulces, ¡no sabemos desde cuándo han estado en la alacena!

—Me lo advertiste y aún así comí. —le recordó ella, se levantó del suelo y tiró de la cadena del inodoro. —No es tu culpa.

Cepilló y enjuagó sus dientes al menos tres veces antes de abrir finalmente la puerta. En el pasillo aún la esperaba su padre, quien a pesar de estar medio dormido notó que llevaba puesta una camiseta de hombre nuevamente.

Le Soleil Et La Lune《 Seth Clearwater》Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin