LSELL | Charlotte Swan es una adolescente conocida por su corazón bondadoso y su actitud alegre.
Jamás ha creído realmente en el amor de pareja, sin embargo, su vida se pone patas arriba cuando conoce al nuevo miembro de la manada Quileute.
Seth Cl...
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—¿Te duele mucho? —preguntó por milésima vez.
—No, sólo es un corte. —respondió con los ojos cerrados.
Seth había obedecido la orden de Edward y había llevado a la chica a la reserva, por lo que ahora se encontraba sentada en el sillón de la sala a su lado.
Sue entró con algodón y una botella de alcohol en las manos. —Déjame limpiar eso, cariño.
Tomó su brazo con delicadeza y pasó el algodón sobre este, llenándolo de sangre instantáneamente. Charlotte cerró los ojos con fuerza y tensó su mandíbula ante el ardor.
—¿Qué fue lo que pasó? ¿Quién la lastimó? —preguntó la mujer.
—Ella lo hizo. —respondió su hijo y se apresuró a explicar cuando vio la confusión en su rostro. —Iban a matarnos... Y ella hizo eso para distraerlos.
—Eso fue muy valiente, Charlie. —le sonrió levemente, pues la chica aún se encontraba algo aturdida. Terminó de limpiarla y le puso una venda nueva. —Dejaré esto aquí y te traeré algo para los nervios.
—Gracias, Sue, eres muy linda. —murmuró apenada.
Sue sonrió una vez más y salió directamente a la cocina.
—Estás herido. —murmuró Lottie señalado a su chico.
—Claro que no. —respondió frunciendo el ceño.
Extendió el brazo y le tocó la frente, en donde tenía un hilo de sangre seca.
—¿Por qué hay sangre ahí? —insistió.
—Ya sanó. —hizo a un lado el cabello que le cubría y mostró su frente completamente intacta.
—Pero, ¿no te sientes mal, cansado, adolorido...
—Me duele la cabeza, pero estoy bien.
La rodeó con sus brazos y suspiró al sentir que se acurrucaba en su pecho.
—Seth. —murmuró sin voltear a verlo. —Te quiero muchísimo, ¿lo sabes?
El chico sonrió y asintió. —Lo sé, me gustaría decir que también te quiero... Pero eso no es nada comparado con lo que siento por ti.
Lottie alzó la mirada y dejó un beso en su mejilla. —Estuviste genial allá. —sonrió cual madre orgullosa. —¡Le arrancaste la mano! ¡Tú solo!
—También le arranqué una pierna. —agregó él como si no fuera nada, a pesar de que se sentía completamente satisfecho. —Y la cabeza.
—¿Quién diría que esta carita de bebé le arrancaría la cabeza a alguien? —le apretó las mejillas y le dio un beso casto.
