Capítulo 23 - Troglodita

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Nikolay

Decir que estoy furioso es poco. Tengo una punzada en el pecho por todos los secretos de mi esposa. Sé que nuestra relación comenzó con un secuestro, pero pensé que todo estaba aclarado. Lo que más me duele es darme cuenta de que me he equivocado, que a la primera mujer que amo y le entrego todo sea una embustera. Siento que sus mentiras no tienen límites y tras una verdad hay más escondido.

Me fui de la casa porque no quería excusas inventadas. Estoy pensando seriamente en cancelar la boda y anular el matrimonio. Me duele que se hiciera la inocente mientras escuchaba todo analizando cada paso que daba.

Anoche no volví a casa, bebí hasta perder la conciencia, y hoy tampoco regresaré. Necesito pensar si cancelo todo y para eso necesito paz.

Suena mi teléfono por enésima vez, no lo he cogido porque no quiero hablar con ella, pero al mirar veo que es el número de papá.

—Dime —le digo seco.

—¿Qué estás haciendo, Nikolay? Regresa a la casa —me dice con reproche.

—No te metas en mis asuntos, padre —gruño.

—¿Crees que solucionarás algo embriagándote hasta perder la conciencia? —dice alzando la voz.

—No puedo confiar en ella, ¿cuántos secretos más me oculta? Solo pensarlo me mata; no puedo vivir y dormir con el enemigo. —El dolor que siento por cada silencio de ella me destroza el alma.

—¡¿Te estás escuchando?! Esa mujer te ama, no ha parado de llorar desde que saliste del jardín. Casi se desmayó ayer, está encerrada y no ha querido comer nada. Tu madre y hermanas ya no saben cómo sacarla de la habitación para que se calme. —Una punzada de dolor se asienta al oír eso.

—¡Ella ha buscado esto por no hablar con la verdad! —grito.

—Me decepcionas, hijo, creí que serías maduro e intentarías aclarar las cosas, hacer que ella te abra su corazón. ¿Cómo quieres que confíe en ti si reaccionas de esta manera y te vas por dos días de la casa? —Mi padre tiene razón, soy un imbécil.

—Lo siento, papá, es que esto me ha tomado por sorpresa, saber que es la protegida del Cirujano..., que conoce cada punto débil de las familias de la mafia y que podría usarlo en contra si quisiera me ha descolocado —le digo.

—¿La amas? —me pregunta.

—Más que a mi vida, por eso duelen tanto los secretos de mi esposa y la falta de confianza hacia mí —respondo con pesar.

—El amor no es siempre color de rosa, hijo, a veces hay peleas y malos entendidos. Pero si se tienen respeto, comprensión y confianza, lograrán que nada se interponga, superarán todos los obstáculos que la vida les presente. —Amo a mi padre, nadie logra hacerme entrar en razón como él.

—Tienes razón, papá, seguid con los preparativos de la boda, aún es de madrugada, descansaré un poco y voy para la casa a primera hora para hablar con mi mujer —digo y cuelgo la llamada.

Casi no he dormido, necesitaba pensar cómo encarar la situación y excusarme con Ailín por desaparecer dos días dejándola sola. Conociéndola, aparte de preocupada, estará furiosa pensando en dónde o con quién estuve. Si en estado normal es una fiera cuando me vea será una tigresa incontrolable. Por suerte ya no apesto a alcohol, solo queda un pequeño resquicio por no haber dormido bien.

Entro a la casa y subo directamente a nuestra habitación, la busco pero no está. Cuando estoy bajando las escaleras le pregunto a uno de los guardias de seguridad si había visto a mi esposa. Me sonríe y dice que está entrenando con el personal. Mi cara lo dice todo, aprieto los puños y mandíbula; esta mujer me va a provocar una úlcera.

Los secretos de mi esposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora