Capítulo 30 - Llamada telefónica

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Nikolay

Dos meses después

Han pasado setenta y un días desde que Ailín se fue, ha sido imposible encontrarla, tenemos gente en los principales aeropuertos del mundo con reconocimiento facial, pero nada. Parece como si se la hubiera tragado la tierra.

Mi vida se resume en trabajar y trabajar, he perdido las ganas de vivir, parezco una máquina, todo lo hago en automático y ahora soy más sanguinario. Me ensaño cuando llevamos a alguien a la bodega, necesito desquitar mi rabia y frustración, me he convertido en un ente sin alma.

No puedo dormir en la habitación porque todo me huele a ella, el dolor en el pecho es insoportable y la incertidumbre de pensar cómo se encontrará, si su pancita está muy grande, si tendremos niño o niña, si tiene muchos antojos... Dios, voy a enloquecer si no doy con ella pronto. Cómo pudo dejarme, es como si no me conociera, jamás la dañaría; cuando se ama de verdad, por más que nos haga el otro, no se paga con la misma moneda. Pero el nuestro no era el caso, nos amábamos en cuerpo y alma, las palabras salían sin pensar, era perfecto.

No estoy enfadado con ella, aunque debería, porque ocultarme un dato tan importante como que es hija de Bruno Graffagnino es cosa seria, pero con lo del embarazo no puedo decir nada y entiendo que no supiera cómo decirme, ya que lo sucedido fue demasiado heavy.

—Nikolay, se me ha ocurrido algo, podríamos enviar un código a Marko —dice Viktor sacándome de mi ensoñación.

—No creo que lo vea, conociendo a mi mujer tiene que haberle contado todo lo que nos escuchó decir y también el cómo se embarazó. Le dije a él que debía protegerla con su vida y si pensó que yo le haría daño jamás se pondrá en evidencia —digo con un tinte de rencor.

—¿Aún sigues pensando en torturarlo y matarlo? —pregunta Aleksei.

—Tengo ganas porque se la llevó, pero entiendo por qué lo hizo. Ella estaría desesperada y debo agradecer que está con uno de los mejores —digo muerto de celos porque es él quien la está consolando, mimando, cuidando y viviendo con ella. Esto último me carcome vivo. Solo espero que no se pase porque ahí sí será su fin.

—La encontraremos, hermano, ten paciencia —me dice Viktor y espero que tenga razón.

Seguimos hablando de negocios y organizando una nueva ruta de entrega cuando suena mi teléfono.

—Nikolay, soy Patrick Graffagnino. —Mi corazón comienza a latir errático.

—Dime, ¿la han encontrado? —Estoy ansioso.

—No, lamentablemente, ninguno de mis informantes ha dado con ella, ya no sabemos por dónde continuar. Me siento muy mal no solo porque es mi hermana, sino porque está embarazada y debería estar junto a ti, no pasando quién sabe qué penurias —me dice con tristeza.

—No es tu culpa, Patrick, a veces las cosas pasan sin que podamos evitarlas —contesto abatido.

—Es mi culpa y la de papá, si no hubiéramos sido tan tercos esto no habría pasado, tanto que la ocultamos y al final terminó en las garras de uno de los mafiosos más temibles del mundo —suelta irónico.

—Ella me conquistó desde el primer momento en que la vi y es más fuerte de lo que muchos piensan, los secretos de mi esposa parece que son interminables —digo sacudiendo la cabeza al pensar en todo lo que he descubierto en tan poco tiempo.

—Ya me contarás de ellos, ahora solo te pido que si sabes algo nos avises, por favor. Nos vemos en una semana en el cumpleaños de tu hermana —dice, y cuelga.

Aunque estoy casado con su hermana, al no llevar su apellido el compromiso de él con mi hermana sigue en pie. Si Ailín apareciera es la única que podría romperlo, aceptando ser ella la que suplante el acuerdo, pero si el compromiso se hace público, nada lo podrá revocar. Así es como funcionan las cosas en nuestro mundo, cuando un trato es sellado ante cientos de personas, ya no hay vuelta atrás.

Los secretos de mi esposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora