Capítulo 31 - Perseguidos

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Nikolay

Cuando les hablo a mis hijos, se remueven en el vientre de su madre, la sensación es indescriptible y una lágrima traicionera se cuela por mis ojos. Con solo posar mi mano y hablar obtengo una reacción inmediata de ellos. Sentir sus pataditas me tiene embobado, se mueven de una manera frenética que es maravillosa; vivir esto me parece un sueño. Por los gestos de Ailín no sé si será igual para ella, lleva tres vidas en su cuerpo y el dolor en sus costillas tiene que ser grande. Esta sensación no la cambiaría por nada del mundo y, aunque he perdido casi tres meses, me siento bendecido de poder compartirlo ahora.

Por otro lado, verla indefensa y vulnerable con lo fuerte que es me destroza; no parece la mujer peleona y que me retaba en cada oportunidad. Ahora es un cachorrito asustado. Está aterrada de que algo le pase a los bebés y eso la bloquea, haciéndola un blanco fácil para el enemigo. Tal vez sea porque ha estado bajo mucha tensión, pero eso debe acabar ya.

Desde que les hablé a mis hijos no ha vuelto a decir nada, está perdida en su mundo pensando y, supongo, atando cabos. Parece que no se lo cree, tal vez se culpe por ponerse en esta situación y por dejarme llevándose un trozo de mí. Sea como sea voy a cambiarlo.

—Estamos en peligro, debemos salir ya para Rusia. No volaremos directo, hay que hacer una escala para repostar, ya que son demasiadas horas de vuelo —le digo haciéndola reaccionar.

—Como digas, perdóname, por favor. Nunca hubiera imaginado que tú eras el padre de ellos. ¿Cómo es posible que seas ese millonario misterioso al que todos temían? Y por mi culpa has sufrido porque te alejé de nosotros quedando desprotegida. —Otra vez comienza a sollozar.

—Ailín, es cuestión de horas que nos encuentren, si es que tenemos suerte, porque puede que lo hagan antes. Así que ahora no es momento para esto, ya tendremos tiempo de hablar y aclarar todo. Necesito que estés entera, fuerte y cuerda, no que llores. ¡Debemos salir ya!, ¡¿lo entiendes?! —digo serio y un poco molesto, parece que no entiende.

—¡Tampoco me hables así, que si estoy en esta situación es por tu culpa! —dice cocorita.

—¿Ahora la culpa es mía? Lo que me faltaba. No fui yo quien tenía hartos secretos y en vez de hablar de frente se fugó. Venga, vístete que nos vamos. —Estoy tratando de hablar con calma.

—¡Por supuesto que la culpa es tuya, si no tuvieras una supersemilla no estaría gestando tres chiquillos! —Y la condenada sigue con ganas de pelear.

—Pues intentaré que la próxima no sean tres. —No sé de dónde me salieron esas palabras.

—¡Como me vuelvas a embarazar de tres juro que te pido el divorcio! —dice enfadada.

—Como sea, pero debemos irnos. ¡Por el amor de Dios, puedes darte prisa y pelear en otro momento! —digo un poco más alto de lo normal.

—Claro, ahora con prisas, ¿no ves que parezco un barril y me cuesta moverme? ¡Que me apure, lo que hay que oír, ya puedes ayudar tú, hombre! —Pero qué mierda...

—¡Quieres sacarme de quicio, mujer condenada, ni en esta situación de peligro dejas de alegar y querer tener la razón! ¡¿Pero qué coño te pasa, Ailín?! ¡¿Quieres que nos maten aquí, que no veamos nacer a nuestros hijos, eso quieres?! —le grito con furia, pero es que se ha puesto cazurra.

—No tienes por qué gritarme, ya voy —dice comenzando a llorar—. Es que estás enfadado por lo que hice y ahora vas a tratarme mal para vengarte. —No puede casi hablar hipando. Jesús bendito, sus cambios de humor acabarán conmigo. Y lo que me espera... Dios mío, apiádate de mí.

—Amor, por lo más sagrado, nos están buscando, mejor dicho, a ti; con tres bebés y tu barrigota no es como que podamos correr mucho si nos siguen. Sé comprensiva, por Dios bendito, y no pelees, hazme caso por una vez, que es por nuestro bien y el de los niños —le digo cariñoso, y me abraza.

Los secretos de mi esposaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang