Capítulo 42 - Provocaciones

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Ailín

Han sido semanas duras. En primer lugar porque pensé que perdería a mi bebé, que ahora sé que son dos. Tenía tanto miedo que no podía pensar con claridad. Le expliqué al detalle todo lo que pasó con Gian y, aunque estaba celoso, lo aceptó. En segundo lugar porque tuve que contarle todo a Nikolay, de cómo fue que comencé en la mafia, hasta forjarme un nombre convirtiéndome en el Dragón.

Le conté todo, de mis amigos en la CIA, que me ayudaban a pasar desapercibida cuando me pedían algún trabajo para ellos, así como a ocultar todo mi historial para que fuese indescifrable. Le expliqué que ellos me ayudan porque les salvé la vida y protejo a sus familias. En una entrega de armas ellos estaban infiltrados y los descubrieron, me enteré por casualidad debido a que yo iba a interceptar el cargamento y venderlo a los afganos.

Cuando vi que no solamente los matarían, sino que irían a por sus familias, violando a las mujeres y torturando a sus hijos hasta lavarles el cerebro para ser sus próximas armas humanas..., no lo soporté y acabé con todos ellos. Así que no solo les salvé la vida a los agentes, sino a toda la familia de ellos. A partir de ahí hicimos un pacto: yo los ayudo y no me meto en sus asuntos, así como ellos no lo hacen en los míos.

Nikolay no cabía de asombro, y no es para menos, pero él quería saber todo. Ya no podía ocultar nada si quería que nuestro matrimonio fuera para adelante sin secretos, y más ahora que vendrían otros dos niños. La sinceridad ante todo, aunque doliera, y dolió saber que todo lo que hice robando sus cargamentos era para que creyera que lo hacían los Graffagnino.

Me escuchó sin decir nada, su rostro impenetrable no me permitía descifrar lo que pasaba por su mente. Jamás hizo un gesto como para darme a entender lo que pensaba realmente. Solo al finalizar de hablar tuvo un gesto de asombro y dolor cuando le conté el entrenamiento al que me sometió mi protector y mentor, el Cirujano. No podía creer que un hombre como él estuviera a punto de dejarme morir varias veces para forjarme como una máquina de matar sin sentimientos. Cosa que no pudo lograr como quería, siempre me decía que yo era fuerte, tal vez la mujer más fuerte que había conocido para mi poca edad y que por eso me exigía tanto.

Luego de aclarado todo estábamos más unidos que nunca, pero con un pequeño detalle, que no quería tocarme.

—Nikolay, han pasado veinte días desde que salí del hospital, hace cinco que por fin tengo el alta médica. Los bebés están bien, al igual que yo, el doctor dijo que podía hacer vida normal. Eso incluye hacer el amor y tú me rehuyes y llegas a dormir a las tantas —le digo triste y enfadada.

—Lo siento, cariño, pero casi los pierdo a los tres. No me voy a arriesgar, así que si debemos estar nueve meses sin hacer nada, lo estaremos, y no acepto réplicas, ¡¿te queda claro?! —me dice en tono alfa el muy canalla.

Estoy que lo agarro de los pelos y lo cacheteo. Me giro y lo dejo ahí solo; como no salga ya de esta habitación, juro por lo más sagrado que lo cogeré a golpes. Mis hormonas no están para juegos y a él parece que todo le divierte. Tendré que idear un plan porque ni en broma me pego todo el embarazo a pan y agua.

Suena mi teléfono y mis ojos se iluminan.

—Hola, suegrita, ¿cómo está? —le digo así cariñosamente porque la adoro, es un sol conmigo.

—Muy bien, hija, ¿vosotros? ¡Me enteré de que seremos abuelos nuevamente y que serán dos! —Se la oye emocionada.

—Sí, estamos otra vez en la dulce espera. Mis hormonas no ayudan, creo que voy a enloquecer de aquí al parto. —La escucho reírse tras la línea.

—¿Vosotros no sabéis hacer de a uno los hijos? A este paso tendréis un equipo de fútbol. —Mi suegri está muy chistosa por lo que veo.

—Pues eso es culpa de los superbichitos de su hijo, que no le dan tregua a mis huevitos. Parece que cada vez que ven que hay alguno por ahí lo tienen que fecundar. Doy gracias a Dios de que solo sean dos esta vez —le digo con ironía, porque como fueran más lo castraba.

Los secretos de mi esposaWhere stories live. Discover now