Capítulo 44 - Por siempre juntos

6K 295 10
                                    

Ailín

Desperté desorientada y adolorida, no entendía qué había pasado hasta que mi mente comenzó a enviarme las imágenes de la noche anterior. El rubor en mis mejillas se hizo intenso; por primera vez en mi vida me había descontrolado. Lo que me hizo sentir Nikolay no se puede expresar con palabras.

Saber que mis perversiones son también las suyas hace que mi corazón palpite de alegría y que mi centro se caliente. Nunca he sido una mujer sumisa, por eso sufrí tanto en mi entrenamiento, pero con mi troglodita todo es diferente. Me habla y obedezco. Nubla y anula mis sentidos haciéndome todo y nada a la vez.

Miro el reloj, marca las 13 h. He dormido demasiado y aún podría seguir haciéndolo si no fuera por las inmensas ganas de orinar que tengo. Cuando me incorporo todo me da vueltas, las náuseas suben a mi garganta y debo correr al lavabo. Mi cuerpo duele, escuece, quema como el infierno. Me cuesta andar y mis piernas no tienen fuerzas para sostenerse.

Luego de vaciar mi estómago y vejiga, me incorporo para ducharme. Al mirarme al espejo un grito ahogado sale de mis labios, parezco un mapa lleno de golpes, marcas, cicatrices y mordidas. Mis muñecas y tobillos están con un tono violeta profundo debido a los agarres que llevaba. Sus dedos han marcado mi piel de una manera que quien me viera se asustaría; pero yo, no.

Lo deseaba, lo pedía a gritos en silencio. Anhelaba que me marcara, que me doblegara, que quebrara mi soberbia demostrando que él mandaba. Ansiaba que me hiciera olvidar cada tortura que me hizo Stjepan, que me llevara a lo más profundo del abismo y me elevara como a nada. Deseaba que mi cuerpo se rindiera a él, que mi dolor se convirtiera en el más puro placer y reconocer que no me pertenezco, que toda yo soy suya. Quería rendirme completamente, porque eso significa que confío con los ojos cerrados. Ya no tengo que tener miedo, nuestro pacto está sellado. Nos correspondemos en mente, cuerpo y alma.

—Ailín, ¿despertaste? —me dice bajando la cabeza.

—Hola, mi vida, acabo de hacerlo. Me he duchado y ya iba a bajar al comedor —le contesto.

—Debemos ir al hospital. —Sus ojos se cristalizan y no entiendo.

—¿Pasa algo, Nikolay? Por favor, no me asustes. —He comenzado a hiperventilar.

—¡¿No te ves?! Estás muy lastimada; he sido un animal, un monstruo que no merece nada bueno. Eres mi esposa, mi único amor, la mujer de mi vida. Debí cuidarte pero te traté brusco, te lastimé e hice cosas como si no estuvieras embarazada. —Baja la cabeza arrepentido, se mantiene alejado de mí.

—Ey..., cariño, no te pongas así. Mírame, estoy bien. Tus hijos están bien. El dolor no es intenso, además ha sido por tener el mejor sexo de mi vida. Me han torturado durante años y no se siente así después, te lo aseguro. Ven, acércate —le digo.

—No puedo, Ailín, me siento horrible. Te miro y quiero golpearme hasta sangrar. —Extiendo mi mano sonriéndole con amor. Cuando me corresponde, lo acerco y meto sus dedos entre mis pliegues.

—¿Te parece que estoy mal? Así me he puesto al recordar todo lo que me hicistes. Querías marcarme y yo deseaba que lo hicieras. Tengo cremas que aceleran el proceso de cicatrización, así como otras que son para los morados. —Intento tranquilizarlo.

—¿De verdad no te he hecho daño? Estás con muchas señales y cuando te vean los demás sabrán que soy el culpable. Temo por lo que pueda pasar. —Está muy afligido y no puedo verlo así. Su mano sigue quieta en mi centro y un calor como del infierno se acrecenta en mi interior.

—Les diremos la verdad, que tenemos gustos peculiares, que son sádicos y oscuros. Ellos lo entenderán y dejarán de preguntar. —Me mira alzando una ceja como si no creyera que hablo en serio.

Los secretos de mi esposaWhere stories live. Discover now