Capitulo 11

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Las anheladas vacaciones Navideñas llegaron y con ellas, las dulces fantasías se convirtieron en ansiedad, así como había posibilidad de que Daphne le diera más atención, también podía decirle que la odiaba y que no la quería volver a ver; mientras la pequeña Black estaba a punto de colapsar en su habitación, sus papás estaban en la biblioteca leyendo en silencio con algunos gritos lejanos de la pequeña.

La puerta sonó, cosa que alarmó a ambos adultos, se dirigieron hacia la entrada, alarmados por los gritos de ese horrible retrato de Walburga.

–Hola– dijo Sirius algo incómodo.

Regulus y Severus estaban en shock. –¿Hola? ¿Qué demonios haces aquí Black?– preguntó con furia Severus.

–Te preguntaría lo mismo, si no supiera que estás casado con mi hermano y criando a nuestra hija– respondió el más alto con algo de enojo.

–¿Cómo sabes que es una niña?– preguntó algo alarmado el menor, mientras que el ex Prince estaba pálido como un fantasma.

–Sirius Black– interrumpió una voz por detrás con impacto.

Sirius había estado esperando ese momento, en el que conocería a el fruto de esa tan apasionada noche, quería abrazarla y pedirle perdón pero la chica parecía estar a punto de desmayarse del susto al igual que su papá.

–Creo que necesitan un momento para procesar tu repentina aparición– mencionó Regulus.

Y sucedió lo predicho, Alexia se desmayó, sacando del shock a su papá y espantando a los hermanos Black; el menor se apresuró a tomarla en brazos y cargarla hasta su habitación, mientras que Severus no sabía que hacer.

Pasaron algunos minutos, Alexia seguía inconsciente pero estaba bien y en su cuarto, mientras Regulus la cuidaba; en el comedor estaban Sirius y Severus, necesitaban hablar sobre lo que había sucedido y el Black menor no había querido interrumpir esa platica tan necesaria entre ellos dos.

–¿Porque nunca me dijiste sobre ella? ¡Sabes que soy inocente!– empezó Sirius.

–Estabas en Azkaban, ¿que esperabas que hiciera? ¿Ir a visitarta una vez a la semana y platicarte sobre todo lo que sucedía, como si no nos hubiéramos odiado durante años?– respondió Severus.

–Si, se que suena egoísta, pero de verdad esperé a que un día fueras a visitarme y me dijeras que me extrañabas, pero eso jamás sucedió– aceptó decepcionado.

Severus del coraje que le causaban esas palabras, empezó a llorar, durante su juventud jamás fue de hacerlo seguido y mucho menos frente a otra persona, pero durante el embarazo había aprendido que tenía que desahogarse de vez en cuando por su bien y el de su niña.

–!Es mi hija, esperaba aunque sea saber al menos cual sería su nombre!– reclamó el mayor con dolor.

–¡Ella no es tu hija, es de Regulus y mía, tu jamás estuviste para ella ni para mi, no tienes derecho de venir y reclamarme por quererla proteger de ti!– respondió con coraje.

–¿Entonces me dirás que jamás te importe? ¿Me dirás que odiaste cada mirada, cada sonrisa, cada maldito beso a escondidas que compartimos en Hogwarts?– definitivamente la cosa iba de mal en peor.

–¡Jamás te importe! No solo nunca tuviste los huevos de decírselo a tus amigos, sino que en cuanto Meadowes te correspondió ¡Te fuiste detrás de ella como un maldito perro y te olvidaste de mi! Así que no tengas el descaro de decir que me amabas–

El de ojos plata ya no sabía qué responder, era cierto, ellos dos habían tenido una especie de mini romance durante 3 meses, donde ninguno de los dos se había confesado pero ambos habían sentido esa paz en los brazos del otro que era simplemente indescriptible.

–Lo siento– susurro Sirius.

El de ojos negros no respondió, solo se giró y se fue, dejando la habitación sumida en un silencio deprimente. 


Papá, padre y ¿dadfoot?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora